23 de octubre de 2012

LOS ORÍGENES DEL MONACATO CRISTIANO

 
 Filosofía y exégesis
 1. Filosofía y Escritura: como los judíos helenísticos y cristianos han valorado la tradición filosófica griega y el papel de la filosofía en la interpretación de las Escrituras.
Hasta el siglo IV antes de Jesucristo, la fuente única del pensamiento judío la constituyó la Sagrada Escritura, interpretada y aplicada a los problemas prácticos de los profetas. La desaparición del profetismo dejó un gran vacío que se trató de llenar con el tradicionalismo, representado principalmente por la secta farisea y por medio de un grupo de sabios (escribas) que se consagraban al estudio de la Ley y de los Profetas, interpretándolos y aplicándolos en conformidad con la tradición. Este tradicionalismo permaneció vigente hasta el año 70 de nuestra era, fecha de la toma de Jerusalén por Vespasiano, y fue uno de los principales baluartes de la resistencia judía frente al cristianismo.

Después de la diáspora, los judíos habían entrado en contacto con el pensamiento griego, especialmente en Alejandría, donde floreció una numerosa comunidad hebrea. Entre estos judíos más o menos helenizados, es donde aparece planteado por primera vez el problema de las relaciones entre la verdad revelada de la Biblia y la filosofía. Para solucionarlo acudieron a la aplicación del método alegórico a la interpretación de la Sagrada Escritura e incluso a otros procedimientos menos científicos y hasta menos nobles, como fueron la teoría del «robo de los filósofos» y la falsificación de textos de poetas, filósofos y vaticinios de las sibilas, para hacerlos coincidir con sus creencias. Pero estas tentativas conciliadoras no tuvieron gran éxito. Después de Filón, y sobre todo después de la caída de Jerusalén (año 70), la actividad judía se reconcentra en un nacionalismo cerrado y en su religión, interpretada conforme al criterio tradicionalista, manteniéndose completamente alejada de la filosofía hasta el siglo VIII, en que las escuelas de Babilonia entran en contacto con el kalam musulmán.

Maimónides es ante todo un judío creyente, conforme a la tradición del rabinismo. Considera la Biblia como expresión de la verdad divina. Pero esto no le impide dar amplia acogida a la filosofía. Utiliza la filosofía para explicar el sentido bíblico, y recurre ampliamente al método alegórico. Su objeto es guiar a los que se extravían en el sentido de algunos pasajes excesivamente antropomórficos. La Biblia tiene dos sentidos. Uno literal y aparente, y otro profundo, oculto y espiritual. Las contradicciones y dificultades se resuelven cuando se logra penetrar en el segundo. La Escritura es un pozo oculto a gran profundidad, y solamente por la interpretación de las alegorías, o de una alegoría por otra, es como se anudan en cierto modo las cuerdas para sacar el agua de él. 

De Aristóbulo y Filón proviene la teoría «del robo de los filósofos», inventada con el propósito de «explica»r las semejanzas y coincidencias parciales entre la Biblia y la filosofía y a la vez resaltar la superioridad y la anterioridad de la primera sobre la segunda. Esas coincidencias provendrían de que los filósofos griegos, especialmente Pitágoras y Platón, habrían conocido en sus viajes los libros de Moisés y los profetas, y se habrían apropiado sus doctrinas. Filón añade, por su parte, el empleo de la alegoría, que le permite estirar el sentido literal de la Biblia con interpretaciones más o menos forzadas, hasta hacerla coincidir con las enseñanzas de los filósofos. Su propósito es situar la filosofía en un plano de inferioridad respecto de la Sagrada Escritura, pero al mismo tiempo justificar su utilización en beneficio de la ciencia sagrada. De este modo Filón, creyente sincero, pero al mismo tiempo admirador de la filosofía, podía quedar tranquilo, conservando su fe y utilizando la filosofía, sin escrúpulo de conciencia como ciencia subsidiaria para la explicación de las Sagradas Escrituras.

Aunque inferiores en número a los adversos a la filosofía, cronológicamente, sin embargo, son anteriores los escritos cristianos que adoptan ante ella una actitud favorable. Su noción de filosofía es bastante imprecisa. No obstante, distinguen claramente entre el conocimiento que procede solamente de la razón (filosofía) y el que se fundamenta sobe la fe y la revelación (cristianismo). Todos ellos conceden la supremacía al segundo y creen en su absoluta suficiencia, considerando sus enseñanzas religiosas y morales como inmensamente superiores a las de la filosofía pagana. Pero aunque al abrazar el cristianismo veían en su doctrina la plenitud de la verdad, no por eso se creían obligados a renunciar a las verdades parciales que antes de su conversión habían aprendido en las escuelas del paganismo.

Por una parte, tratan de justificar su aprovechamiento y su utilidad para la ilustración de su fe cristiana; por otra, sienten la necesidad de explicar las coincidencias entre el cristianismo y la filosofía, salvando la anterioridad del primero, haciendo resaltar la dependencia de los filósofos respecto de los libros revelados. Ciertamente que las explicaciones que alegan para legitimar su actitud no suelen ser demasiado sólidas ni convincentes. En vez de acudir a argumentos de orden histórico o racional, echan mano del cómodo procedimiento de los judíos alejandrinos de interpretar alegóricamente las Sagradas Escrituras. Por eso el interés de las razones aducidas, más  que en su valor escaso intrínseco, consiste en el hecho mismo de preocuparse en buscarlas y en su intento de justificar una actitud acogedora para la filosofía, a la que no creen necesario repudiar por completo, sino que consideran posible armonizar con el cristianismo.

2.  El sentido de los términos prosoche y askesis en Orígenes y Atanasio.

Acabadas las persecuciones anticristianas, la vida «monástica» apareció como heredera del martirio en cuanto perfecto seguimiento e imitación de Cristo, o sea, en cuanto testimonio y manifestación visible radicales de que nada se antepone al amor de Cristo. Durante la persecución, los cristianos fijaron sus ojos en los mártires como los perfectos seguidores e imitadores de Cristo. La imitación se centraba en los relatos evangélicos de la Pasión.

Cuando el martirio cruento dejó de ser un fenómeno habitual, el perfecto seguimiento e imitación se centra en la vida monástica.

La Vida de Antonio se alza como un modelo para quien desea llevar a cabo ese seguimiento radical. «Para los monjes –escribe Atanasio- la vida de Antonio es modelo suficiente de ascesis».

Antonio se desprendió de todas sus posesiones y se retiró de todos los suyos para entregarse a la ascesis, siguiendo el ejemplo de otros que ya lo hacían. Todo su tiempo lo dedicará a la oración, al trabajo manual con el que ganarse su sustento y ayudar a los necesitados, y a la perseverancia en la ascesis, siempre ocupará un puesto esencial a lo largo de su existencia.

La palabra ascesis está ausente del vocabulario del Nuevo Testamento, por lo que muchos han sospechado que este elemento esencial del monacato tuviese un origen no cristiano. Sin embargo la ascesis no es entendida sino como medio, o mejor, como martirio interior para conseguir una perfecta obediencia a la voluntad del Señor, de manera que el pensamiento siempre esté puesto en Cristo, nada separe del amor de Cristo, nada se anteponga al amor de Cristo. La ascesis es el martirio interior por el que el monje respira siempre a Cristo. De esta forma el hombre consigue la armonía del equilibrio perdidos o deteriorados por el pecado. La ascesis es el ejercicio o la práctica de las virtudes, una especie de programa de entrenamiento que facilita la cooperación con la gracia y permite que ésta se desarrolle.

Mediante la Vida de Antonio, Atanasio se convirtió en heraldo y teólogo del monacato naciente, y su obra, en el manifiesto ideológico del mismo. Se puede considerar como «el documento más importante del monaquismo primitivo».

La ascesis se refiere a los ejercicios espirituales. Hay que distinguir entre el uso cristiano, y por lo tanto moderno  de la palabra « ascesis » y el uso del término «àskesis» en la filosofía antigua.

Hay un párrafo de la Homilías origenistas que es sumamente indicativo de la forma de leer la Escritura que tenía Orígenes, es decir, según él mismo declaraba, de cómo practicaba la ascesis verdadera:
«Quien no combate en la lucha y no es moderado con respecto a todas las cosas, y no quiere ejercitarse en la Palabra de Dios y meditar día y noche en la Ley del Señor, aunque se le pueda llamar hombre, no puede, sin embargo, decirse de él que es un hombre virtuoso» (In Num. Hom. XXV,5).

El vocablo latino exerci traduce aquí, con sentido preciso, el griego àskesis , en el que se equiparan dos elementos fundamentales y complementarios : el estudio de la Escritura y la práctica constante de la virtud. Así lo afirma en este pasaje del Contra Celsum :

« Para quien se dispone a leer (la Escritura), está claro que muchas cosas pueden tener un sentido más profundo de lo que parece a primera vista, y este sentido se manifiesta a aquellos que se aplican al examen de la Palabra en proporción al tiempo que se dedica a ella y en proporción a la entrega en su estudio (àskesis)» (VII, 60).

De un modo semejante a Orígenes, Eusebio habla de «ascesis» con referencia a los discursos divinos y, «en lo que respecta a las enseñanzas divinas», y justamente refiriéndose a Orígenes, dice que éste «practicaba la ascesis» con respecto a la Palabra (cf. Hist. Ecl. VI, III 8-9). Con fondo y expresiones parecidas al pasaje de la Homilía sobre el libro de los Números, Metodio de Olimpo veía la participación en la fiesta de los tabernáculos, es decir, en la «alegría del Señor », como fruto de la fe y de la «ascesis y meditación de la Escritura» (El Banquete, IX,4).

«Prosoche» es la atención, consiste en una continua vigilancia y presencia de ánimo, en una consciencia de uno mismo siempre alerta, en una constante tensión espiritual. Es la vigilancia, vigilancia que nos libera de la agitación de los pensamientos, de este modo, podemos mantener la atención permanente a la presencia de Dios. «Prosoche» es la madre de la «proseuche», oración. La atención ayuda a rechazar los malos pensamientos introduciendo en la mente pensamientos saludables, contrarios a las tentaciones, sacados de la Escritura. Prosoche es la actitud fundamental del filósofo estoico o platónico, la atención para consigo mismo, la vigilancia a cada instante. El hombre «despierto» es perfectamente consciente de continuo no sólo de lo que hace, sino de lo que es, es decir, de su lugar en el cosmos y de su relación con Dios. Esta consciencia de sí es antes que nada una consciencia moral que pretende en todo momento llevar a cabo una purificación y una rectificación de la actitud: en todo momento vela por rechazar cualquier motivación que no sea la voluntad de hacer el bien. Pero esta consciencia de sí no es sólo consciencia moral, sino al mismo tiempo consciencia cósmica: el hombre «atento» vive sin cesar en presencia de Dios y en el «recuerdo de Dios», entregado gozosamente a la voluntad y a la Razón universal y contemplando todo cuanto existe con los ojos mismos de Dios. Esta prosoche, esta atención para consigo mismo, actitud fundamental en el filósofo, pasaría a convertirse en actitud fundamental del monje. De este modo cuando Atanasio, en su Vida de Antonio, escrita en el año 357, nos explica la conversión del santo a la vida monacal se contenta con decir que se dispuso a «prestar atención así mismo».

3.  La exégesis de Orígenes del Pentateuco (Génesis y Números) y el desarrollo de la vida espiritual.

Orígenes es el primer exegeta científico de la Iglesia católica.
Orígenes ilustró el texto sagrado con escolios, breves notas eruditas sobre gramática, cronología, geografía e historia para aclarar puntos difíciles concretos. Los Comentarios, perdidos en su mayor parte, estaban divididos en tomos, y contenían una explicación más amplia de todos o casi todos los libros de la Biblia. Cultivó la predicación para poner al alcance del pueblo el contenido dogmático, moral y místico de la Escritura. De aquí proceden las numerosas homilías, en estilo más sencillo, práctico y popular.

Orígenes mediante este estilo más sencillo presentó su explicación en series de homilías, acomodadas a la demarcación litúrgica del texto, en las que la interpretación alegórica le sirve de cauce para su magisterio espiritual. Por eso mismo resultan de mayor interés para la historia de la espiritualidad que la para la exégesis.

Según H. de Lubac los historiadores de Orígenes a menudo han olvidado, si no menospreciado, sus homilías, por diversos motivos. Las Homilías se presentan casi enteramente en una traducción que no parece infundir demasiada confianza. Pertenecen a un género menor y se sitúan por debajo de una obra como Peri Archon que se considera la suma del pensamiento origeniano. Las Homilías al Génesis fueron pronunciadas en Cesarea de Palestina durante el cuarto decenio del siglo III, cuando Orígenes rondaba unos sesenta años.

Las 16 HomGen (en versión de Rufino) van desde la creación a José en Egipto. También las 13 HomEx siguen el texto de un modo discontinuo. Más que los episodios de la narración histórica le interesa lo que simbolizan. Los acontecimientos del pasado eran figuras de otras realidades, entonces futuras, hoy realizadas (el paso del mar Rojo del Bautismo, la nube del Espíritu Santo, el maná de la eucaristía, la roca de Cristo). El Israel carnal implica la existencia del Israel espiritual. Las prescripciones del Lev (HomLev) le dan pie para desarrollar el doble (historia o letra espíritu) y el triple sentido de la Escritura (historia, moral y mística). Las HomNum hacen de la marcha por el desierto un símbolo de las etapas del itinerario espiritual. Omelie sui Numeri, XVII,4Orígenes en sus Homilías sobre los Números, XVII, 4 , nos describe la diferencia y lo que significa en la vida espiritual vivir en las tiendas de campaña.

Se ricercherai la differenza fra case e tende e la diversità fra Giacobbe e Israele, anche riguardo a ciò si deve fare una certa distinzione. Si usted busca la diferencia entre las casas y tiendas de campaña y la diversidad entre Jacob y de Israel, debe hacerse una cierta distinción.

Para aquellos que dedican su trabajo a la sabiduría y la ciencia, ya que no tiene fin – porque la sabiduría de Dios es infinita- Cuanto más se estrecha, más en profundidad se encuentra, más se escruta, más se encuentra su inefabilidad - porque es insondable la sabiduría inestimable de Dios -, entonces los que proceden a través de la sabiduría de Dios, no alaban las casas sino que admiran las tiendas de campaña, done existe el progreso en la vida espiritual, caminan siempre avanzando, ya que el camino tiende al infinito, estos progresos, los denomina campo de Israel.

Orígenes comprendió que el sentido de numerosos pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento no es el sentido propio. Rechazando un cierto «fundamentalismo», quiso llevar a cabo una sana «desmitificación» de la Escritura, especialmente en la interpretación del primer capítulo del Génesis. Para Él, los siete días de la creación no deben ser tomados en sentido propio, pero expresan un orden.

El principio a partir del cual todos los pasajes de la Escritura tienen un sentido figurado y extraño a la concepción cristiana primitiva. Es el principio de la alegoría universal. Orígenes está tan penetrado de este principio que no duda en escribir: Todo lo que está en la Escritura es misterio[1].

El la exégesis de Orígenes no falta nunca la doctrina espiritual. El tema del combate espiritual domina su antropología y su angelología. El hombre es a la vez espíritu, alma y cuerpo: el neuma es el don que Dios hace a cada hombre para guiarlo en el conocimiento, en la oración y en la virtud. Pero el alma es doble; su parte superior, la inteligencia (nous) o corazón, es discípula del neuma, que es la facultad del alma que acoge la gracia; la parte inferior, la «carne» o «el pensamiento de la carne»[2]corresponde en cierta medida a la concupiscencia que orienta al hombre hacia el cuerpo. El alma se encuentra además bajo la acción de ángeles y demonios que obedecen a sus dos capitanes, Cristo y Satanás. Diseminada en sus obras y al azar en su exégesis, Orígenes ofrece una doctrina muy rica y completa sobre el martirio, sobre la virginidad, sobre la virtud y las virtudes, sobre el pecado y demás capítulos de la ascética cristiana. Para que la encarnación de Cristo produzca sus efectos en el cristiano es preciso que Cristo nazca y crezca en cada alma.

El conocimiento tiene por objeto los misterios, tiene normalmente como punto de partida la exégesis  de la Escritura, meditada con pureza de corazón y con la renuncia al pecado y al mundo; la fe es su principio necesario, pero su objeto se hace cada vez más intensamente presente a los cinco sentidos espirituales y en el último análisis el conocimiento se confunde con el amor en la unión: «Adán conoció a Eva su esposa» (Gén 4,1). Orígenes en sus homilías invita al auditorio a progresar para alcanzar el conocimiento. Orígenes manifiesta a menudo una devoción a Cristo profundamente afectiva y que en su obra se aprecian vestigios, no frecuentes pero claros, de una experiencia mística personal.

El objetivo de Orígenes en sus homilías al Génesis no es dogmático, sino pastoral: no se detiene en los principios de la fe, sino en aquellas explicaciones y aplicaciones que puedan proporcionar alimento espiritual al creyente y estimular la perseverancia de los iniciados.

La doctrina espiritual origeniana sólo puede entenderse desde su base antropológica y soteriológica. ¿Qué es el hombre, se pregunta el alejandrino, según el Génesis? Y responde que el hombre es, ante todo, obra de Dios y obra directa, equiparable a criaturas tan excelsas como el cielo, la tierra, el sol, la luna y las estrellas. Sólo de ellas se dice que fueron hechas por Dios. La demás criaturas, en cambio, viene a la existencia a través del mandato divino. Pero el hombre sobrepasa incluso a las criaturas más excelentes que son también «hechura »de Dios. Sólo de él se dice que fue hecho «a imagen »de su Creador, que dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Pero no debe identificarse al «hecho»[3] con el «plasmado»[4]

Para Orígenes, el sentido místico o espiritual es siempre superior al literal o histórico. Cuando describe el arca de Noé, introduce uno de los temas preferidos de su doctrina espiritual: el de los grados de perfección, necesarios para el desarrollo en la vida espiritual. En el nivel más alto están los que, guiados por la razón, se rigen así mismos y enseñan a los demás; son los pocos que se salvan con Noé, tipo de Jesucristo; estos moran en la cima del arca. Los irracionales, en cambio, habitan en los lugares inferiores; son creyentes (probablemente bautizados), pero su crueldad no ha sido aplacada aún por la dulzura de la fe. Por encima de estos viven los que, teniendo menos racionalidad, conservan sin embargo «mucha simplicidad e inocencia». Cristo Jesús, el Noé que aquí se alude, ocupa la más alta morada del arca. Los hombres y animales que se salvan en el arca son la figura de los salvados en la Iglesia. Por el comentario origeniano, semejante interpretación requiere situarse en el segundo nivel de lectura, porque en el primer nivel –histórico o literal- Noé no puede ser nunca Cristo, pues se trata de personajes históricos distintos; pero sí puede serlo en otro nivel –alegórico-, si contemplamos a Noé como figura (o alegoría) de Cristo.

Sor María A. Montoro Peinado
Monasterio Cisterciense de la Santa Cruz

 BIBLIOGRAFÍA

GUILLERMO FRAILE, O.P., Historia de la Filosofía II. Judaísmo. Cristianismo. Islam. Ed. La Católica. B.A.C., Madrid, 1967.
angelo di berardino, Diccionario patristico de la antigüedad cristiana, tomo II, Ed Sígueme, Salamanca, 1992.
ramón trevijano, Patrología. Ed. B.A.C. Madrid, 1995.
Atanasio, Vida de Antonio, biblioteca patrística 27, ed. Ciudad Nueva. Introducción, traducción y notas de Paloma Rupérez Granados, Madrid, 1994.
Orígenes, Homilías sobre el Génesis, biblioteca patrística 48, ed. Ciudad Nueva, introducción traducción y notas de José Ramón Díaz Sánchez-Cid, Madrid, 1988.
Orígenes, Homilías sobre los números, colección de textos patrísticos 76, ed. Città nuova, traducción, introducción y notas de María Ignacia Daniela, Roma, 1988.
Orígenes, Homilías sobre el Éxodo, biblioteca patrística 17, introducción y notas María Ignacia Daniela, traducción del latín de Ángel Castaño Félix, Madrid, 1992.






[1] Orígenes, Homilía X sobre el Génesis, IX, 1
[2] Rm 8, 6-7
[3] Gn 1,26
[4] Gn 2,7

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