6 de marzo de 2013

EL SEGUIMIENTO DE JESÚS


EN EL EVANGELIO DE JUAN, CON PARTICULAR REFERENCIA A LA FIGURA DE PEDRO (Jn 13, 36-38 y Jn 21, 15-19)

Introducción

           Primero hablaré del seguimiento de Jesús en S. Juan y después desarrollaré más la figura de S. Pedro en Juan. Las dos citas de Juan son sobre la triple negación de Pedro y su triple afirmación de amor a Jesús cuando lo ve resucitado.

            El seguimiento de Jesús en el Nuevo Testamento es una exigencia fundamental y comienza con un imperativo de parte de Jesús: “¡Sígueme!” (Jn 1, 43; 21, 19). El seguimiento para los discípulos es ante todo un “estar con él” (Mc 3, 14), aprendiendo a conocerlo, asimilando sus valores, con un sentimiento creciente de afecto. Este “estar con Jesús” lleva a participar en su dinamismo interior hacia el Padre.

Jesús pide dos actitudes a cuantos quieren seguirle: la fe y la pobreza. Él llama: “¡Sígueme”! La primera respuesta del hombre debe ser creer en Su palabra. Después, emprender un camino que se presenta desconocido e incierto. Y Jesús quiere ver esta disposición en sus discípulos. Tan sólo quienes tienen la experiencia de seguir a Jesús, llegan a comprender de verdad la riqueza de Su persona.

El cristiano es el que sigue a Jesús; los cristianos más cercanos a Jesús, los que le escuchan, quieren poner en práctica Su palabra y esto es el seguimiento.

Seguimiento en Juan

         Todas las escenas de ese evangelio encierran una revelación de Jesús, construida sensiblemente sobre el mismo modelo: un signo, un encuentro que hace aparecer el fondo de los corazones y la verdad de Jesús, una decisión final del hombre que acoge o rechaza a Jesús. Este proceso es el mismo en todo el evangelio de Juan. La diferencia es la disminución del número de quienes lo siguen y el número de los que lo van negando hasta el rechazo definitivo. En el fondo, para Juan, no hay más que una cuestión: ¿será o no será reconocido y recibido Jesús y Su invitación a seguirle?

            En Juan, cada episodio s como una revelación independiente, como un resumen de todo el evangelio. Hay que ver el sentido de esta construcción, que parece violentar a la historia. De hecho, es rigurosamente cierto que cada encuentro con Jesús pone en juego la totalidad de la persona y el carácter absoluto de la fe. Cristo obliga a una opción, en la que el hombre tiene que comprometerse por entero.

            La primera indicación sobre el seguimiento, es en la llamada “semana de revelación” y constituye la primera presentación de Jesús que manifiesta Su gloria; Jesús se da a conocer por lo que es, y nuestra respuesta a Jesús debe ser el “Sí” del seguimiento.

            En la “semana de revelación”, se introducen una serie de episodios donde hay una sucesión de días, tres veces se diferencia de forma clara “al día siguiente”. Al decir esta expresión , venos que tenemos cuatro días y en el capítulo 2º se dice: “tres días después”, por tanto, 4+3=7 y así, sabemos que se trata de una semana. Del capítulo 1, 29 al 2, 12, hay una semana. El séptimo día es la conclusión, es decir, la manifestación de Jesús en las Bodas de Caná, los discípulos creen en Él y vemos una primera apertura de los discípulos. Juan elige esta semana porque en el libro del Génesis observamos una manifestación progresiva que termina en la cumbre, el día séptimo, el último día de la semana. En el Génesis, lo que Dios hace al final es la cumbre, y aquí, en las Bodas de Caná son la cumbre.

            Del capítulo 1, 19 al capítulo 2, 12, vemos la primera manifestación de Jesús y la primera respuesta de fe de los discípulos, pero es una fe que conlleva el seguimiento.

            Primer día (Jn 1, 19-28): Jesús está presente, pero no se le ve, el protagonista principal es Juan Bautista que dice que el Mesías está presente entre “vosotros” y “vosotros” no le veis. Es un llamamiento a que nos demos cuenta que Jesús está entre nosotros, ¿le conocemos?

            Segundo día (Jn 1, 29-34): Ya existe un progreso. Juan Bautista habla de Jesús, de Jesús identificado, pero Jesús aun no dice nada, no revela nada. El Bautista al ver a Jesús, lo presenta diciendo: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29); es ésta, una expresión muy densa que a esta altura del evangelio, todavía no se puede comprender. Juan el Bautista comenta esta expresión y es cuando averiguamos que existe una diferencia entre el bautismo de Juan que es con agua, y el que bautizará con Espíritu que es Jesús. El bautismo de Juan es un bautismo de purificación y nosotros deberíamos vivir sumergidos en el Espíritu.

            Tercer día (Jn 1, 35-42): Jesús es el Cordero de Dios y ya empieza a hablar, se manifiesta como Mesías. Hay dos discípulos, uno es Andrés y el otro, pensamos que es Juan. Jesús, al ver que le seguían les pregunta: “¿Qué buscáis?” (Jn 1, 38), y ellos después repreguntarle donde vive, Él les dice. “Venid y veréis” (Jn 1, 39) y tras unas horas con Jesús deciden seguirle porque es el Mesías. Quieren compartir esta noticia y entonces, Andrés se lo comunica a su hermano Simón y Jesús, al ver a simón, le cambia el nombre: Cefas (Pedro). Cambiar el nombre en la antigüedad, es un cambio de personalidad; Jesús, al cambiar el nombre a Simón, actúa como Mesías; al cambiarle el nombre, le cambia la vida y además, le cambia el nombre de forma imperativa, sin preguntarle nada. Aquí, vislumbramos el seguimiento, ya que es jesús el que entra en la vida de Simón, le cambia el nombre, su perspectiva de vida y lo hace imperativamente, y Pedro acepta. Aquí, actúa como Mesías, Jesús será ya una referencia en toda su vida.

            Cuarto día (Jn 1, 43-51):  Ahora ya aparece la palabra “seguimiento”: Jesús le dice a Felipe: “Sígueme” (Jn 1, 43), y Felipe acepta, pero aquí no se trata sólo de un seguimiento material; en el Antiguo Testamento, Dios guía a Su pueblo a la Tierra Prometida, pero en el Nuevo testamento, el seguimiento es aceptar la voluntad del padre; el seguimiento de Jesús a Su Padre, es el mismo que exige a sus discípulos. Todo esto significa ver a Jesús como el absoluto de nuestra vida, Él orienta nuestra vida y debemos responderle con un “Sí” mantenido a lo largo de toda nuestra vida como hizo María. El seguimiento nace en el concepto del discipulado y se puede aplicar a la vocación que es una llamada, un “sígueme”, un seguimiento de Jesús; es Dios quien nos da la vocación y nuestra es la respuesta.

            Felipe lleva a Natanael a Jesús, pero Natanael se muestra muy escéptico de creer que Jesús sea el Mesías ya que el Mesías en el Antiguo Testamento se ligaba a la ciudad de Belén y por eso Natanael dice: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 46). Cuando Jesús ve a Natanael dice: “Ahí tenéis un israelita de veras en el que no hay engaño”. Natanel le dijo: ¿De qué me conoces?. Jesús le contestó: Antes que Felipe te llamase te vi yo cuando estabas debajo de la higuera” (Jn 1, 47-48). Verle debajo de la higuera es decir que sabe que tomó una decisión de un auténtico israelita, es decir, en el interior de su casa, ha tomado una decisión honrada, de israelita, y esto sorprende tanto a Natanael que se convierte en el primer discípulo de forma explícita. “Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel” (Jn 1, 49). Jesús, entonces, le dice que verá cosas mayores: entre el Cielo (zona de Dios) y la Tierra (zona de los hombres), habrá una conexión de ángeles que suben y bajan sobre el Hijo de Dios y Jesús es la conexión entre el Cielo y la Tierra, es decir, siguiéndole, los discípulos vivirán la experiencia del Cielo.

            Tres días después (Jn 2, 1): Empieza este capítulo con el relato de las Bodas de Caná. En Juan no hay nada casual, siempre aparece este esquema de la semana, hay dos días para meditar lo ocurrido esos cuatro días anteriores, para ahondar en el conocimiento de Jesús, es decir, que Jesús les dice a Andrés y a Juan que vayan con Él y vean, ellos se comprometen, creen en Él y nosotros debemos hacer igual, fiarnos de Él y hacer lo que Él nos pida aunque no lo entendamos todo. A Pedro le dice lo que quiere de él y ésta es una vocación particular. Esta presencia de Jesús, esta “intrusión” de Cristo en nuestra vida, es lo que encontramos en el caso de Pedro y a nosotros nos dice: “Tú serás esto”, pero no nos da explicaciones, quiere el seguimiento total y Él se convierte en el responsable y garante de nuestra vocación. A Felipe sólo lo dice: “Sígueme” y lo demás ya vendrá después. En Natanael vemos que Jesús está presente en nuestra vida, que no estamos solos, que nos encontramos en la presencia amistosa de quien nos quiere de verdad.
            Esta semana, como ya hemos apuntado, termina con las Bodas de Caná y aquí, lo importante, es la presencia de Jesús en esta boda y lo que realiza. Jesús se manifiesta, da a conocer Su gloria (en el Antiguo Testamento, la “gloria” no es ser célebres, es un término que deriva del hebraico y significa “peso”. Peso de algo valioso, es el valor, así que lo que Jesús manifiesta es Su peso específico, su valor, lo que le define a 100%). Los discípulos al ver esta manifestación de Jesús, creen en Él y ya lo siguen de forma definitiva como opción de vida.

            Nos encontramos al comenzar este capítulo, la presencia de María, pero Juan no la llama nunca por su nombre, María es la Madre de Jesús, y María, como Madre de Jesús, estaba allí. María nos es presentado como vemos en Lucas, es decir, que conservaba todo lo de Jesús en Sí misma, en su corazón. María desde el principio de la vida de Jesús es una madre atenta, sorprendida, que quiere saber. María quiere ahondar en las cosas de Jesús y en San Lucas vemos que María es una experta en el conocimiento de Su Hijo Jesús.

            Observemos la lógica de María, Ella ve que sin vino la boda será un fracaso y entonces, le dice a Jesús: “No tienen vino” (Jn 2, 3). Ella sabe que Su Hijo de algún modo lo solucionará. Jesús responde: “¿A ti y a mí qué, mujer? Mi hora todavía no ha llegado” (Jn 2, 4); la “hora” de Jesús, es la hora de la cruz y es donde María se convierte en  nuestra Madre y esta nueva maternidad, ya se anuncia aquí. María dice a los sirvientes: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5). María actúa como mediadora, es la que revela los valores de Jesús en nosotros. Fue el primer gran signo hecho por Jesús. El vino era muy bueno y la alegría de la fiesta se multiplicó, ¿cuál es el sentido de esto?  El sentido es que Jesús manifiesta Su gloria, lo que hará y es que Jesús tiene la potencia de Dios, transforma el agua en vino y así vemos, que Él, implica Su divinidad al servicio del hombre, no a Su propio servicio. Esto el lo específico de Jesús, Él nunca hará un milagro para Sí mismo, siempre será al servicio del hombre. Los discípulos ven en Jesús a un Mesías, que posee Su divinidad, Su transcendencia siempre al servicio del hombre y en esto consiste Su gloria.

            Los discípulos creen en Él y vemos en Jn 2, 12 que se va a Cafarnaún con Su Madre y Sus discípulos y así, vemos el primer núcleo eclesial, Jesús es el imán, es que el atrae, sus discípulos le siguen plenamente, lo están siguiendo y lo seguirán siguiendo después, empiezan a seguir a Jesús como un absoluto. Y este ejemplo vale para nosotros: hemos sido llamados al seguimiento de Jesús y ayudados por María conseguiremos lleva a cabo esta asimilación de los valores de Cristo y diremos como S. Pablo: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi” (Gál 2, 20). Esta es la conclusión de la primera semana. Esta idea del seguimiento, continuará en Juan.

            El capítulo 6º de S. Juan es el primer discurso eucarístico; muchos ven este discurso muy duro, pero Jesús habla de la Eucaristía de un modo duro, sin dar explicaciones, dice lo que tiene que decir y no atenúa en nada Sus palabras. Jesús pretende una fe total, una confianza plena. Al final de este discurso, muchos se marchan. Pero frente a esta exigencia de fe, no rebaja Su lenguaje. Pedro, sin embrago, hablando en su nombre y en el de los demás apóstoles, dice: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios” (Jn 6, 68-69). “Santo de Dios” significa “Dios de Dios”. Pedro ha entendido a Jesús y sigue a Jesús, desarrolla su actitud de seguimiento. En el capítulo 11º donde habla de la resurrección de Lázaro, Jesús dice que la enfermedad no es de muerte, es para gloria de Dios y Jesús va a Jerusalén y dice Tomás: “vamos y muramos con él” (Jn 11, 16). En los apóstoles va madurando su adhesión a Jesús, el seguimiento ya aparece en ellos, pero lo tendrán plenamente en el Misterio Pascual.

La hora de Jesús

            Se necesita que llegue esa hora, que es la de la cruz, para que se despliegue abiertamente la universalidad presente en la revelación salvífica de Jesús. La comparación del grano de (Jn 12, 24) viene precisamente a destacar la necesidad de la muerte para dar fruto. Se trata de una rica cosecha en la que estarán los paganos que creyendo en Él contribuirán también a Su gloria (Jn 11, 51s; 12, 32; 17, 10). Lo que dice Jesús de Sí mismo se puede aplicar también a la existencia del creyente (Jn 12, 25-26; cf Mc 8, 34-35): la vida presente ha de ser leída en clave de servicio y seguimiento de Jesús. Lo que tendrá consecuencia en su vida: irá donde está Jesús, junto al Padre,  y será honrado por Éste (“honrar” es aquí igual que “glorificar”).

Los capítulos del 13 al 21 de S. Juan, es lo que se ha llamado el “libro de la hora de Jesús”. Ha llegado, pues, la hora de la glorificación del Hijo del hombre (Jn 12, 23), es decir, la hora de Su muerte. Ya sabemos que para Juan la cruz de Jesús es el momento de Su exaltación y del retorno al Padre. Y a la vez, es fuente de vida eterna para todo el que cree.

            El capítulo 13 es una introducción al libro de la hora. “Sabiendo Jesús que le había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). Jesús todo lo que hace por los Suyos, lo hae por amor y los “suyos”, son los que están en contacto con Él. En este capítulo también aparece la escena del lavatorio de los pies. Jesús nos pide la misma oblación que Él tuvo, el don a Su Padre fue total, y nuestro seguimiento debe ser un don total y radical a Dios y a todos como hizo Jesús.

 Hna. Marina Medina

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