6 de febrero de 2012

¿Donde te buscaré Señor?


     
Deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti las inquietudes trabajosas. Descansa siquiera un momento en la presencia de Dios. Entra en el aposento de tu alma; y así cerradas todas las puertas ven en pos de Dios. Di, pues, alma mía, di a Dios: “Busco tu rostro, Señor, anhelo ver tu rostro”. Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde o cómo encontrarte.


         Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando tú ausente?
            Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia?
         Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa claridad inaccesible?, ¿cómo me acercaré a ella?, ¿quién me conducirá hasta ahí para verte en ella?

         ¿Con qué señales, bajo que rasgo te buscaré?
         Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro.

         ¿Qué haré lejos de ti?
         ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu amor, y tan lejos de tu rostro?
         Anhelo verte y tu rostro está muy lejos de mí.
         Deseo acercarme a ti y tu morada es inaccesible.
         Ardo en el deseo de encontrarte e ignoro dónde vives.
         No suspiro más que por ti y jamás he visto tu rostro.

         Señor, tú eres mi Dios, mi dueño y sin embargo nunca te he visto.
         Tú me has creado y renovado, me has concedido todos los bienes que poseo, y aún no te conozco.
         Me creaste, en fin, para verte, y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado.

         ¿Hasta cuando?
         ¿Hasta cuando te olvidarás de nosotros y nos mostrarás tu rostro?
         ¿Cuándo, por fin, nos mirarás y escucharás?
         ¿Cuándo llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro?
         ¿Cuándo volverás a nosotros?

         Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros.
         Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien; sin eso todo será malo.
         Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti, porque sin ti nada podemos.

         Enséñanos a buscarte y muéstrate a quien te busca;
         porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes,
         y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas.


         DESEANDO te buscaré
         BUSCANDO te DESEARÉ
         AMANDO te hallaré
         Y hallándote te AMARÉ…

                                                      (San Anselmo, Proslogion, 1)

        


No hay comentarios:

Publicar un comentario