18 de enero de 2015

Domingo 2º del Tiempo Ordinario CB


          Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el ara de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: Aquí estoy. Esta página del Antiguo Testamento, llena de sencillez y frescor nos hace revivir la experiencia del joven Samuel, un muchacho que vivía en el templo dedicado al Señor, pero que, según se nos dice, no conocía al Señor, pues nadie le había explicado la palabra de Dios. Puede suceder que también nosotros, que frecuentamos a menudo la casa de Dios, no nos hayamos aplicado a escuchar y a entender su Palabra, de modo Dios pueda ser un desconocido para nosotros. Samuel, a pesar de no conocer al Señor, demuestra una actitud disponible y sabe responder inmediatamente. No tiene miedo a responder: Habla Señor, que tu siervo te escucha. Y el texto termina diciendo que Samuel crecía y Dios estaba con él y ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.

En este ambiente de llamada de parte de Dios hemos de leer el  evangelio de hoy. Jesús pasa, haciendo su camino y, de alguna manera arrastrados por este pasar de Jesús y después de escuchar las palabras del Bautista, los discípulos van en pos de él. Jesús les invita a estar con él, y después de la experiencia, ya no le dejan. Más aún, Andrés se esfuerza por llevar a Jesús a su hermano Pedro. En este pasaje el evangelista juega con los verbos ver y mirar. Juan se fija en Jesús que pasa, Jesús ve a los que le siguen; éstos ven donde vive el Señor, Jesús mira a Pedro. El juego de estos verbos ayuda a entender el sentido de la vocación. La vocación es una llamada que Dios dirige al hombre, pero éste no pierde su libertad de acción, su responsabilidad: ha de prestar atención, fijarse, ha de ver, ha de seguir, ha de convencerse, ha de decidirse, sin volver la mirada hacia atrás. Sólo así podrá quedarse, permanecer con Jesús en la paz.

Jesús es el primer llamado, por decirlo así. La llamada que Jesús ha recibido queda definida en la frase de Juan: Este es el cordero de Dios. Esta enigmática frase quiere decir que Jesús es el verdadero Isaac, ofrecido en sacrificio, es el cordero pascual que significa la liberación de Israel, es el siervo obediente, que dará su vida por su pueblo. Precisamente porque Jesús ha entendido su vocación no se queda parado, pasa, camina, va hacia el cumplimiento de su misión. Los que quieran ir en pos de él, después que han visto el camino y la meta que Jesús ha mostrado han de imitarle, no pueden perder tiempo, han de seguirle, no podrán pararse hasta que se queden con él, allí donde vive.

A menudo, cuando se habla de vocación se entiende sólo de aquellos que abrazan o el ministerio sacerdotal o la vida religiosa, pero esto es una visión empobrecedora y limitada. La llamada de Dios va dirigida a todos los miembros del pueblo de Dios, no sólo a aquellos a los que se les encomienda una función de servicio. Todos los que hemos sido bautizados hemos sido llamados por Dios, para realizar nuestra propia misión en el cuerpo que es la Iglesia. No vale conformarse a ser del montón, a ir tirando, con más o menos convicción. No podemos olvidar que Dios espera y llama a todos, que nos ha dado una misión a cumplir, una función a llevar a cabo,m y esta misión es ser algo, dar a la propia vida un sentido.

La llamada de Jesús, cuando se recibe con fe viva, toca no sólo la inteligencia o la voluntad, sino todo la persona. Un ejemplo de lo que digo lo hallamos en la segunda lectura de hoy: Pablo intenta resolver un problema moral, la práctica de la fornicación, que entorpecía a la joven iglesia de Corinto y demuestra como la fe en Jesús transforma la situación real del hombre. Quién ha seguido a Jesús y ha decidido permanecer junto a él, sabe que su cuerpo, y no sólo el espíritu, es de Dios, porque ha llegado a ser una cosa con él, porque es miembro de su cuerpo. Dios que ha resucitado a Cristo, hace de nosotros templos de su Espíritu, en espera del momento en que resucitará también nuestros cuerpos. El hombre que ha creído no puede pecar contra su cuerpo, porque ahora está unido a Dios, forma un solo espíritu con él.

Jorge Gibert Tarruell
Monje cisterciense

No hay comentarios:

Publicar un comentario