6 de enero de 2015

Fiesta de la Epifanía del Señor



      “Se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre”. Cada vez que confesamos nuestra fe recitando el Credo, afirmamos  que Dios quiso hacerse hombre, participando de nuestra existencia, para ayudarnos a dar sentido a la vida que pasa y asegurarnos que, incluso después de la muerte, la vida no termina. Por esta razón, en la medida en que creemos, preocupa constatar que muchos están aprendiendo a prescindir de Dios. Y al decir que pasan de Dios quiere decir que lo ven todo y lo organizan todo de tejas para abajo, sin ninguna referencia a un nivel espiritual. Esta realidad debería conducirnos a ser más concientes de nuestra fe, para traducir en nuestra vida la fe que proclamamos de que Dios se hizo hombre, como recuerdan las lecturas que la liturgia  propone en este domingo.

La primera lectura recordaba la historia del rey David. Este monarca, después de haber vencido a sus enemigos, reunificado a su pueblo y establecido su capital en la ciudad de Jerusalén, deseó construir un templo para el Señor, su Dios. Construir sólidos edificios a la divinidad, era para los monarcas de aquel tiempo, un modo de asegurar la ayuda del cielo para fortalecer su poderío y tener, de alguna manera, a Dios a su alcance. Pero el Dios de Israel, que es nuestro Dios, no tiene necesidad de templos materiales, porque está presente en todo lugar, en el cielo y en la tierra. Dios no puede aceptar iniciativas humanas que tiendan a dominarlo. Las palabras del profeta Natán a David contienen un mensaje válido también para nosotros. No interesa  construir estructuras o ideologías, sean religiosas o socio-políticas, sino trabajar para construi una casa, una familia, un pueblo de hombres  y mujeres libres que vivan en la justicia, en el derecho y en la paz. Para realizar este proyecto, Dios promete a David una dinastía perpetua.

La historia, al hundirse el estado fundado por David, se encargó de demostrar que aquella promesa no se refería a una descendencia carnal. La reflexión del pueblo de Israel, primero, y de los cristianos, después, llevó a ver en esta promesa el anuncio del Mesías, del Hijo de Dios hecho hombre, Jesus de Nazaret, a quien confesamos Señor y Rey, que el apóstol Pablo, en la segunda lectura ha definido revelación del misterio mantenido secreto durante siglos eternos y manifestado ahora para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe.

Pero Dios, en su obra salvadora, cuenta siempre y en todo lugar con la humanidad para que colabore libremente a su vocación. El evangelio que leemos hoy, al recordar el anuncio del ángel a María, ha recordado el momento en que Dios pedía a la humanidad, representada de alguna manera por la doncella de Nazaret, su consentimiento a la obra de salvación. El amor, la plenitud y la fidelidad de Dios se encuentran con el amor, la humildad y la disponibilidad de María, haciendo posible la realidad de la salvación, que, a decir verdad, aún no ha mostrado toda su dimensión. María, con la concepción del Verbo hecho carne, llega a ser casa de Dios. María es imagen de la Iglesia, formada por todos los creyentes, verdadera casa de Dios, en espera de la casa definitiva, que será la Jerusalén del cielo, en la que todos los salvados vivirán en comunión definitiva con el mismo Dios. Pero es necesario que también nosotros, como María, sepamos responder con un si generoso, hecho no sólo de palabras sino sobre todo de acción, de obra, día tras día.

Abrámonos a la solicitud de Dios, acojamos con la misma generosidad de María al Señor que viene, de tal manera que la celebración de la Navidad, a la luz de la revelación cristiana, nos haga sentirnos de verdad casa de Dios, familia de Dios, que nos haga sensibles al valor de la dignidad de todos y cada uno de los humanos, que son en definitiva nuestros hermanos. Que la realidad del misterio de la Navidad nos haga más sensibles, y nos permita romper las murallas que nos encierran en el egoísmo y nos impiden ver y amar en el hermano a aquellos a quien Dios ama, y por los cuales ha querido ser el Emmanuel, el Dios con nosotros.

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