29 de enero de 2016

MADRES DEL DESIERTO : SANTA MACRINA (2ª Parte)


 “Las fuentes de la espritualidad monástica (Capodocios)” 

II- SANTA MACRINA LA JOVEN

La hagiografía de Santa Macrina es, cronológicamente la primera que conservamos sobre una Amma. Se cree que fue escrita por su hermano San Gregorio de Nisa hacia el año 380.

Macrina la Joven es nieta de Santa Macrina la Antigua; ésta fue discípula de San Gregorio Taumaturgo (siglo III). Cuando el emperador Maximino Galerio decretó una persecución contra la Iglesia, Macrina la antigua y su esposo huyeron al desierto abandonando todas sus riquezas. Hacia el 313, regresaron a la ciudad pero el marido murió en la persecución de Maximino Daia.

II.1- PERÍODO HISTÓRICO

El período en que Santa Macrina vivió (325-380), fue marcado por una fuerte controversia entre varias corrientes de pensamiento dentro del cristianismo. De ser una religión perseguida por los emperadores romanos fue la religión oficial del imperio a partir del Edicto de Milán del emperador Constantino (313). Lo que entonces se trataba era sobre “la Creación, la naturaleza de Cristo y su relación con el Padre y el Espíritu Santo; es decir: el cimiento del cristianismo, la Santísima Trinidad”[1].

En el año 325, el Concilio de Nicea que fue convocado por Constantino, condenó las ideas de Arrio (260-336), obispo de Alejandría, ya que afirmaba que Dios y Cristo no poseían la misma substancia (ousía), es decir, el Hijo sería inferior al Padre, diferente en substancia, aunque hubiese sido creado antes del tiempo y fuese superior al resto de la Creación. En Nicea se adoptó el concepto de homousios (de substancia idéntica) para establecer la relación entre Padre e Hijo, y así se describió en el Credo de Nicea.

Mas no hubo unanimidad en Nicea, y después del Concilio, el arrianismo siguió su andadura durante sesenta años más, prácticamente durante toda la vida de Macrina, que junto a las persecuciones imperiales a los cristianos de Oriente van a ser el telón de fondo en la redacción de la vida de Macrina escrita por su hermano Gregorio entre los años 380-383. San Gregorio fue un fuerte opositor al arrianismo y participó activamente en el Concilio de Constantinopla (381), convocado por el emperador Teodosio I (379-395), donde se reafirmó la consubstancialidad entre el Padre y el Hijo. Confirmada en el Credo de Nicea[2].

II.2- LA FAMILIA DE ANNESI

Fallecida Macrina la Antigua, hacia el año 350, quizás un poco más tarde, encontramos a miembros de su familia viviendo en Annesi, una posesión que se alzaba a la orilla del río Iris, en el Ponto -riberas del Mar Negro-. Annesi quedaba cercana a la ciudad de Neocesárea.

Aquí nos encontramos con una familia compuesta por la madre, Emelia, su hija Macrina y sus dos hermanos Naucracio y Pedro y compartían una vida ascética bajo la dirección de Eustacio de Sebaste.

Emelia y su marido tuvieron diez hijos; la mayor, Macrina, nació sobre el 327y fue prometida con doce años a un joven capadocio que murió. Y ante tal desgracia, Macrina decidió permanecer fiel al recuerdo de su prometido y consagrar su virginidad al Esposo inmortal manteniendo una piedad profunda y una gran ascesis. Macrina fue de gran ayuda a su madre en la educación de sus hermanos; tres de ellos, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, fueron santos y obispos. Naucracio, destacó por su piedad y su vida de gran ascesis y murió siendo joven todavía.

Pedro, el menor, fue educado íntegramente por Macrina. Dirigió algunos años un monasterio en el Ponto antes de ser nombrado obispo de Sebaste. Este hermano hizo una inteligente defensa del Espíritu Santo en el primer Concilio ecuménico de Constantinopla.

Gregorio, debido a sus triunfos, había entibiado su fervor religioso y a los veinte años, siendo lector, abandonó el ministerio y quizás, contrajo matrimonio. Pero debido a la educación de sus padres y a la influencia ejercida por sus hermanos Macrina y Basilio, tomó la resolución de consagrarse a Dios. El joven volvió a Annesi para ejercitarse como monje antes de ser obispo de Nisa. Es elocuente el influjo de su hermana en la vida y escritos de Gregorio y también escribió una Vida de su hermana

Neucracio, gracias a la educación recibida por Macrina, dio abundante frutos de virtudes cristianas en su joven existencia. Era considerado por un ángel por quienes le conocían y murió debido a un accidente de caza. Poseía una profunda vida interior y un fuerte espíritu de renuncia a favor de los pobres ancianos que recogía en un edificio construido en el bosque. De él, Gregorio escribe: “…era superior a los demás por la bondad de su carácter y belleza física, por su complexión atlética, capacidad de trabajo y por sus muchas habilidades… Atraído por Dios, despreció un porvenir halagüeño, y siguiendo los impulsos de su corazón se retiró a una vida solitaria e indigente sin llevar consigo más que así mismo…; cuidaba a unos ancianos enfermos y pobres en extremo… Era solícito y obediente a cuanto su madre pudiera mandarle”.

Es posible que Basilio, ante el ejemplo de la vida de su hermano Naucracio, se inspirara para en el 366 construir una ciudad que él llamo Basilíades, en donde hallaban cobijo y caridad cristiana  los peregrinos, enfermos e incluso leprosos, a quienes besaba el santo; también había alojamiento para miembros del clero y obispos de Cesarea[3].

 II.3- VIDA DE SANTA MACRINA

La vida de esta piadosa mujer fue escrita por su hermano Gregorio recordando también a su abuela Macrina. Basilio la recuerda con ternura a su abuela y dice que fue debido a esta ilustre mujer por la que su hermana recibió este nombre de Macrina.

Su madre Emelia la dio desde los seis años, una educación no profana en aquella niña de grandes dotes naturales y clara inteligencia y sembró en ella todo lo que la Escritura da y son asequibles para las primeras edades. Ya recitaba el Salterio a lo largo de su jornada.

A- Macrina, la hija

Para salvaguardar su virginidad, Macrina pensó que el mejor modo era permanecer junto a su madre. Existía una gran compenetración entre ambas además de una íntima comunión espiritual.

Macrina ayudaba a su madre en los asuntos temporales y compartía con ella la educación de sus hermanos. A cambio, la madre se encargó de educar a Macrina para que llevase una vida intachable y así, Macrina acabó atrayendo a su madre a una vida pura y de total desprendimiento.

Macrina absorta en Dios, daba mucha importancia al trabajo manual; no ignoraba la sentencia de los Padres antiguos: “Ora el labora”, que más tarde recogería San Benito. Y fue ella quien interesó a la madre por la vida monástica.

La fue convenciendo para que se despojase del lujo y la preocupación por el servicio, rechazando todos los privilegios que esto conllevaba.

También fue la fortaleza de su madre ante la muerte de su hermano a pesar del dolor que le producía la pérdida de este hermano tan querido.

Y así, consiguió que Emelia entrase de lleno en la observancia monástica de Annesi, alejándose de todas las ataduras mundanas. 

B- Muerte de Emelia

Cuando renunció su hermano Pedro a los honores del mundo, vivió con ellas su hermano Pedro y quizás en la hambruna que asoló Capadocia en los años 368-369, gracias a las dotes administrativas de Pedro se consiguió incluso dar alimentos a los pobres.

En este tiempo Emelia era una anciana que abandonó este mundo en los brazos de sus hijos Macrina y Pedro.

C - Legado espiritual de Amma Macrina

El legado monástico femenino de Santa Macrina, fue modelo de las generaciones sucesivas. Ella marcó con su propio ejemplo, unas pautas de vida que constituían un eco fiel de lo practicado en los desiertos de Egipto: desprendimiento de todo lo mundano; carencia de lo superfluo; pobreza en el vestir; austeridad en la comida; canto ininterrumpido de salmos, bien el Oficio coral o como rumia a lo largo de la jornada; trabajo manual moderado.

Mas en Annesi también hubo notas distintivas y originales dotadas de más sensibilidad: espíritus más instruidos; sentimientos más delicados; formación ascética más íntima; y apariencias externas menos espectaculares. Hasta el mismo paisaje era encantador pues estaba constituido por las bellas riberas del Iris.

Macrina debió legar a su hermano Basilio la simiente de su monacato muy diferente a las extravagancias del monaquismo de Eustacio de Sebaste. Basilio llegó a Annesi en el 356 y quedando asombrado del cenobio de vírgenes y de su pujanza e influenciado por su hermana, renunció al mundo y sus seducciones y abrazó la vida monástica.

Basilio muere en el 379 y Macrina, libre ya de compromisos familiares, vende lo que le queda del patrimonio familiar repartiéndolo seguidamente a los pobres, y se entregó de lleno a la vida espiritual.

D- Su tránsito

La muerte de Santa Macrina nos es narrada por su hermano San Gregorio de Nisa, para éste, Macrina era su hermana preferida, se sentía muy querido por ella. “Pocas descripciones habrá en su género que dejen un sedimento más emocionante de lo divino. Por otra parte, el espíritu que en toda la narración se respira da una idea más precisa que largos comentarios acerca de aquel momento de la virginidad cristiana en sus comienzos claustrales”[4].

Al llegar a Annesi, Gregorio es recibido por los monjes del monasterio fundado por su hermano Basilio, y Gregorio recuerda: “Entré en el monasterio donde ella habitaba. Tenía Camuy avanzado el mal, y la vi tendida sobre un lecho, ni siquiera sobre un triste camastro, sino sobre el suelo mismo, sin más intermedio entre y su cuerpo y la tabla que el saco, y a modo de almohada, otro trozo de madera, que sostenía algo elevada su cabeza, no sin grave dignidad”[5].

Siguiendo el relato de Gregorio, vamos “viviendo” paso a paso la muerte de esta santa mujer: “…alzando las manos al cielo exclamó:´Gracias a Ti, mi Dios y Señor, que me has concedido esto y has satisfecho lo que tanto ansiaba en mi corazón, moviendo a tu siervo para que hiciese esta visita a tu esclava`… Hacía por sembra alegría en su alrededor, introduciendo ella misma conversaciones gustosas y haciéndome mil preguntas para dar materia de conversación.

“Pero cuando en el curso  de esta llegamos a hablar de Basilio -había muerto a los 49 años. El 1 de enero del 378 ó 379- ya no pude contener más la emoción: una honda tristeza cubrió mi rostro, y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Ella, serena, tomando precisamente ocasión de la muerte de nuestro hermano para remontarse a la más subida filosofía cristiana, explayó en magnífica exposición las causas de los acontecimientos humanos y las ocultas leyes de la Providencia, aun lo que se tiene por desgracia entre los hombres. Como inspirada por luz celestial, disertó largamente sobre los bienes de la vida futura; e hizo esto de modo que al influjo de sus palabras, mi misma alma, sobrecogida de lo que oía de sus labios, transportada a regiones más altas, quedó como fuera de todo lo humano…

“Recordó muy al vivo la vida de nuestros padres y todo cuanto sucedió antes y después de mi nacimiento. Todo ello venía para terminar en una acción de gracias a Dios. Respecto a sus padres, no insistía en su nobleza o en su posición social, sino en el gran beneficio que Dios les había otorgado de sufrir, siendo perseguidos y vejados por confesar a Cristo.

“Como en el curso de la conversación le indicase lo mucho que hube yo que padecer, primero por parte del emperador Valente, que ordenó mi destierro, y después por la agitación y luchas internas de tantas Iglesias entre sí, que me obligaron a salir en defensa de la verdad con tanto peligro, díjome ella:´¿Y dejarás de agradecer esos divinos beneficios al Señor? ¿Serás capaz de tener el vicio de la ingratitud? Pórtate como aquellos de quienes somos hijos. Dichoso de ti, de cuya fama se sirven ciudades, pueblos y naciones, pudiendo con tus idas y venidas proporcionarles alguna ayuda espiritual y restablecer las cosas de la Iglesia. ¡Gran don y merced es ese de Dios! ¡No desconozcas su fuente!”[6]

Después, Gregorio sigue recordando el curso de esa noche en que él se fue a rezar Vísperas y dejó a su hermana sumergida en Dios. Y entonces, sigue recordando el ya último día de Macrina:

“Agonía admirable. Nada de zozobra; nada de turbación… Al oírla filosofar, creía verme no ante un ser humano, sino ante un ángel que por providencia de Dios hubiera tomado forma humana.

“Para mí era evidente: lo único que allí actuaba era el amor purísimo hacia su Esposo Jesús, siempre escondido en el más secreto sagrario de su ser, pero que en esta coyuntura salía fuera de sí y rompiendo el velo del corazón, se manifestaba al exterior en ansias de volar hacia el que era las delicias de su alma. Su cuerpo le estorbaba; su único anhelo era llegar cuanto antes a su amor. Completa en toda virtud, ¿Cómo podría interesarle ya ni atraer sus ojos cosa alguna que no fuera Él?

“A todo esto, el día estaba muy avanzado y el sol desaparecía pronto del horizonte. Ella conservaba aún vivacísima la actividad de su alma. Cuanto más se acercaba a su fin, tanto más se despertaban sus ansias de volar a Dios. Parecía contemplar cada momento con mayor claridad la belleza de su Amado, con lo cual, su corazón pujaba por ir a sus brazos, y así, sin hablar ya con los presentes tenía sus ojos clavado en Aquél a quien dirigía sus anhelosas súplicas… Su oración era tal, que evidentemente subía hasta el mismo Dios y el Señor la escuchaba”[7].

Ahora Gregorio nos transcribe la oración que su hermana lanzó al corazón de Su Amado Señor y sin darse cuenta ya de lo que le rodeaba:
“Tú, Señor, nos quitaste el miedo a la muerte.

Tú has hecho que el remate de esta vida sea comienzo de la vida verdadera.

Tú, que has mandado que entreguemos nuestros cuerpos al sueño del sepulcro, harás que a la voz de la trompeta salgan de él resucitados.

Arcilla somos plasmada por tus manos. Ahora la confías en depósito a la tierra, pero volverás a reclamarla, haciendo lo que en nosotros es actualmente mortal y deforme sea hermoseado con la inmortalidad y con tu gracia…

Tú, Dios eterno, diste a quienes te temen, para destrucción del enemigo y seguridad de nuestra verdadera vida, la señal de la cruz; esa cruz a la que pertenezco desde las entrañas de mi madre, a la que he amado con todas las fuerzas de mi corazón y a la que desde mi niñez tengo consagrados mi alma y mi cuerpo…

Si en algo te he ofendido por debilidad, de palabra, obra o deseo, Señor, apiádate de mí.

Tú, que tienes en la tierra el poder de perdonar los pecados, haz que mi alma halle alivio y no se encuentre indigna de presentarse ante Ti, sino que sin mancha ni culpa sea recibida en tus brazos como incienso de holocausto”[8].

Hermosa plegaria de esta mujer ya pronta a unirse eternamente con el Amor de su alma. Pero no acabó aquí su súplica sino que la continuó, pero debido a la fiebre y a su debilidad, sólo se la oía balbucir palabras y emitir voces inconexas.

“A todo esto, la noche se echaba encima, y cuando ya la oscuridad iba dominando todo, ella abriendo por completo los párpados, como si quisiera absorber las últimas luces, se disponía a recitar las preces de acción de gracias vespertinas. La falta de voz suplíala con el corazón y con el movimiento de las manos, mientras un movimiento casi imperceptible de sus labios mostraba el afecto del corazón. Terminadas las preces, se santiguó con la mano, dando señales de que sus deseos estaban ya cumplidos; luego exhalando un suspiro profundo, dio fin justamente a su vida y a su oración”[9].

En discurso piadoso hermano y hermana dialogaban de la vida del más allá y de su encuentro en el cielo. Habiendo muerto ya su hermana, Gregorio escribió "Diálogo sobre el alma y la Resurrección", basada en la última  conversación mantenida con su moribunda hermana. En dicho escrito, Macrina aparece como profesora, y trata temas como  el alma,  la muerte, la resurrección, y  la restauración de todas las cosas.

Muerta Macrina, su hermano continúa el relato:
“Mi alma se hallaba bajo dos fuertes impresiones diversas: por una parte, lo que veían mis ojos; por otra, los gemidos de las vírgenes, que rompieron a sollozar a mi lado con un llanto que taladraba el corazón. Hasta entonces se habían conservado valientes y silenciosas, cohibiendo su dolor y la expresión de sus lágrimas, por el respeto que profesaban a su gran maestra y por temor que aun sin palabras las reprendiese. NO querían en modo alguno darle ocasión de disgusto. Pero ahora ya sin fuerza posible que cohibiese el ímpetu de sus lágrimas, prorrumpieron en sollozos y gemidos tan hondos y amargos como si el fuego abrasase sus corazones, fatigados de tanto reprimirse. Yo mismo sentía que mi espíritu perdía fuerzas de contención, como si un golpe  irresistible arrastrase violentamente en pos de sí toda mi alma entre gemidos. ¿No era obvio y justo que aquellas vírgenes dieran expansión tan natural a su dolor?”[10].

Estas vírgenes de las que nos habla Gregorio, llamaban a Macrina “Madre” y “Nodriza”, y era debido a que a muchas de ellas las había recogido estando en la indigencia, quizás en aquel período de hambre ya citado. A otras las recogió cuando erraban sin rumbo y sometidas a miles de peligros. Las nobles, recordaban que Macrina las había salvado de la esclavitud del cuerpo y las había devuelto a la libertad de los hijos de Dios.

Gregorio, con acento cálido, sigue con esta narración, pero tomando las riendas de la situación y diciéndoles a las vírgenes llorosas:

“Ved a vuestra madre, miradla y recordad sus consejos, sus exhortaciones que en cada momento de vuestra vida monástica os ha dado a conocer lo que es propio y correcto. Esta alma pura y divina, al prescribiros que solamente dejarais correr vuestras lágrimas durante la oración, ya os fijó el tiempo para este desahogo. Ahora podéis convertir las lamentaciones en salmodia”[11].

Aquella muerte habría de cubrir con sus semillas, naciones enteras. En efecto, los monasterios llamados basilianos[12], tanto masculinos como los femeninos, fueron gota de aceite que se corrió por el mapa del imperio oriental.

E- Mortaja y sepelio

Habiendo expirado Macrina,  y retirándose las vírgenes, en la celda permanecen sólo Gregorio y  las vírgenes que más habían compartido la vida con Santa Macrina, en especial Veciana, que siendo noble y de gran belleza, quedando viuda muy joven, se fue a Anneci  con Macrina. San Gregorio le comunica a esta virgen su deseo de vestir a su hermana para la sepultura adornada con ricos y hermosos vestidos y velos; pero Veciana que conocía bien a Macrina no le parece que ese fuera el deseo de Macrina, y así es la diaconisa Lampadión, maestra de coro, la que informa de la voluntad de Macrina y preguntada, responde a San Gregorio: “El aderezo por el que se esforzó la santa es una vida pura. Ese fue su ornamento durante su vida y la mortaja durante su muerte. En lo que concierne al ornato del cuerpo, no poseyó nada durante su vida, ni preparó nada para la presente situación, de forma que, ni queriéndolo nosotros, se encontrará algo más que lo que hay aquí”. Sin embargo, Gregorio entonces pregunta si no hay nada para adornar el féretro, y la respuesta de Lampadión es la misma: “¿Qué reservas? Tienes en tus manos todas sus reservas. He aquí su manto, he aquí el manto con el que se cubría, las sandalias usadas, esta era su riqueza, esta es su fortuna. Fuera de lo que está a la vista, no hay nada de cofres escondidos o puestos a seguro en aposentos interiores. Ella solo conocía un lugar seguro para su tesoro: el Reino de los Cielos, y ha colocado allí todas las cosas; nada ha dejado en la tierra”.

Gregorio desde su cariño a su hermana no se da por vencido y vuelve a la carga y esta vez pidiéndole a Lampadión que le acepten algo de lo que él tenía para su propia sepultura y ésta acepta declarándole: “Incluso viva habría aceptado semejante honor de ti por dos razones: por tu sacerdocio al que siempre reverenció y por el parentesco. Ella, en efecto, no habría tenido por extraño lo que le viniese de su hermano. Por esta razón pidió que la amortajaras con tus manos”.

Entonces, Gregorio cubre el cuerpo de su hermana con lino y Veciana, pasando la mano por el cuello de Macrina le dijo a Gregorio: “He aquí el adorno que pende en torno al cuelo de la santa”; y así, le mostró a Gregorio una cruz de hierro y un anillo de la misma materia que colgaban de un fino cordón y que siempre habían permanecido junto al corazón de la santa mujer. Gregorio le dio a Veciana la cruz y él quedó con el anillo, el cual tenía grabado una cruz. Veciana entonces, dijo a Gregorio: “Has hecho la elección de este bien con buen sentido. El anillo está hueco en su engarce, y dentro está escondido un trozo del árbol de la vida. Lo que está grabado en el exterior, con la propia figura, manifiesta lo que hay en su interior”[13].

Macrina llevaba el anillo con la reliquia del lignum crucis, con seguridad, uno de las primeras manifestaciones de la devoción a la Cruz de Cristo. Lampadión le cuenta a su hermano otro secreto de la santo donde se pone de manifiesto la ternura, la delicadeza y la fe en el Señor de Macrina. Ésta tenía una pequeña cicatriz muy cerca del cuello. Se debía a que hacía muchos años se lo formó en el cuello un pequeño tumor que iba creciendo y que amenazaba con paralizarle el corazón. Su madre Emelia le dijo que fuera al médico, pero a causa de su pudor, no quería ir a que le extirpasen el mal, aunque sabía que era grave. Así que una noche, en el oratorio postrada hasta la aurora le rogó al Señor la curación de su enfermedad. Al día siguiente su madre siguió pidiéndole que fuera al médico y Macrina rebosando de confianza divina y de ternura filial, le dijo a su madre que el mejor remedio era que ella misma  trazara con su mano la señal de la cruz en su pecho enfermo. Emelia lo hizo como señalaba su hija y quedó curada en ese mismo instante, quedando sólo una insignificante cicatriz como recuerdo del milagro obrado en ella[14].

   Es San Gregorio el que relata cómo es vestida su hermana, conforme a sus deseos, y así es ataviada con un manto oscuro, e incluso así, Macrina resplandecía “porque el poder de Dios -pienso yo- otorgaba esta gracia al cuerpo, de forma que su belleza parecía irradiar algunos resplandores exactamente como en la visión que yo tuve en sueños”[15].

Después, Gregorio nos relata como al entierro de Macrina acudió el obispo Araxios, de Ibora, con todo el presbiterio. El féretro fue transportado por sacerdotes -en lo que Gregorio llama como “una procesión mística”- que la llevaron a la Capilla de los Cuarenta Mártires donde fue enterrada. Allí también habían sido enterrados sus padres, y Macrina fue colocada al lado de su madre, dando cumplimiento al deseo de ambas que habían orado para que después de la muerte, sus cuerpos estuviesen enterrados juntos, para que la muerte no separase la unión de la que habían gozado en esta vida mortal[16].

Macrina murió en julio del año 379 ó 380, un año después de su hermano Basilio, y Gregorio nos cuenta que recibió el don de profecía, de realizar milagros, curar enfermedades y expulsar demonios. La iglesia griega celebra su fiesta el 19 de julio[17].

III- INFLUENCIA DE MACRINA EN SUS HERMANOS  BASILIO DE CESAREA, GREGORIO DE NISA Y PEDRO DE SEBASTE

Gregorio, al escribir la vida de su hermana, recuerda su papel de guía en toda la familia y como fue relata que de Pedro fue esencial en su educación cuando murió su padre, ya que según él, su hermana fue a la vez madre, padre, profesora, maestra, consejera de tal manera que antes de salir de su niñez, Pedro, deseara adquirir la “alta marca” de la filosofía.

De adulto, Pedro se fue a vivir retirado como Macrina. En cada una de las márgenes del río Iris se localizaba una comunidad: la de mujeres, gobernada por Macrina desde la muerte de su madre, y la de hombres que primero fue dirigida por Basilio y al morir éste, por su hermano Pedro.

Sobre Gregorio, sabemos por su propio testimonio que su hermana le dio fuerzas para preservar sus creencias. Gregorio sufrió mucho al luchar contra la herejía arriana y fue depuesto de su cargo de obispo y expulsado de Nisa en 376, aunque reasumió sus funciones cuando murió el emperador Valenciano. Gregorio se quejó a su hermana de sus penas y ésta le animó a ser fuerte y dar gracias a Dios por la persecución recibida como un don de Él.

Sobre Basilio - seguimos con lo que dice Gregorio en su Vida - habiendo estudiado retórica en Atenas y lleno de orgullo por sus conocimientos considerándose superior a todos por su posición y liderazgo, fue conducido por su hermana a despreciar todo orgullo y las glorias de este mundo y lo condujo por los caminos de la humildad, de tal manera que su renuncia a la propiedad fue completa para poder llevar una vida virtuosa.

Este Basilio, el mayor de los hermano, es llamado Basilio el Grande  y ha sido nombrado como Doctor de la Iglesia.Visitó a ascetas de Egipto, Siria y Palestina. Considerado como Padre del monacato oriental, su Regla se inspira en la escrita por su hermana Macrina para su retiro en Annesi. Fundó hospitales y cuidó a los pobres, y su principal proyecto fue la formación de fraternidades que se fundaban en la ayuda mutua y en el voto de pobreza.
Basilio, escribió en contra del arrianismo y a él se debe la fórmula de Dios como única esencia (hypostasis) con tres Personas (hypostases). Murió nueve meses antes que Macrina, en el año 379[18].

ONCLUSIÓN

Macrina influyó notablemente en la historia del cristianismo del siglo IV. Gracias a su influencia sobre su hermano Basilio, éste se hizo eremita, fundó monasterios y trazó las reglas que regirían la vida monástica en la Iglesia Ortodoxa.

Debido a su fuerte e importante influencia sobre sus hermanos Macrina también ha influido mucho en la construcción del monacato cristiano: San Benito se inspiró en Basilio de Cesarea para redactar su Regla. De Macrina a San Benito, la historia del monacato cristiano, fue modelado basándose en un fuerte ascetismo, el la lectura de las Sagradas Escrituras y en el papel de las vírgenes como metáforas vivas del Paraíso Perdido.

A través de su vida, vemos que es una mujer la conductora intelectual de la familia. Como guía y protectora espiritual era ella la “maestra”, mi “señora”. Y esto representa un cambio en la mirada masculina en relación a la mujer. Nació dentro de una familia cristiana y se creía que el principal beneficiario con la devoción de la virgen, era el dueño de la casa, y por eso, la asceta era un ejemplo de comportamiento, de pureza. Según nos relata Gregorio en su obra “De la Virginidad”, las vírgenes se mantenían siempre unidas y a tiempo completo con Dios, y por eso Macrina se encontraba en la frontera entre el mundo visible y el invisible.

El modelo de Macrina, fortaleció la idea vigente de aquel entonces, donde la mujer consagrada era un depósito de valores para las comunidades cristianas. Estas mujeres consagradas, eran las kanonikai, es decir, mujeres comprometidas con un canon, una vida regular y ascética cotidiana en un pequeño grupo espiritual y orgánico que las destacaba de las otras fieles. Nacía así, el ideal ascético cristiano femenino. Macrina también influyó en la actitud ambivalente de la sociedad patriarcal de Bizancio en relación a la mujer: entre Eva y María, entre el ideal ascético cristiano de la virginidad y el del celibato, y la “promoción” del matrimonio. Por tanto, Macrina es modelo de mujer santa y de abadesa medieval.

A largo plazo, Macrina y su modelo ascético fortaleció el discurso del polo positivo femenino cristiano: la exaltación de la virgen, con su pode e donación, intrínseco a su sexo, su influencia cristiana dentro de la familia (2 Tim), y su papel de ayuda y auxilio en la conversión de los pueblos al cristianismo.

Y este papel dentro de la conversión, es un atributo plenamente femenino y se ve en una carta de Basilio de Cesarea a los habitantes de Neocesarea, que muestra la fuerza de la imagen de Macrina, la fuerza cristiana femenina en la difusión del cristianismo en el siglo IV, y como ella les transmitió a todos los hermanos la doctrina de Gregorio (Taumaturgo) que había conservado de la tradición oral y así, los formó en los dogmas de la piedad.

La virgen, además de ser un espejo de la pureza de Dios, el principal papel femenino que los hombres veían en las mujeres, era la transmisión de la fe en las familias. Propagar la fe por medio de su amor infinito resguardado en su virginidad eterna[19].

Realizando este estudio por la vida de Santa Macrina, sólo me cabe exclamar: ¡QUÉ MUJER! Sí, realmente, una gran mujer que sabía lo que quería y a ello se dedicó con todas las fuerzas de su corazón sin dejar que ningún obstáculo se interpusiera en su camino. No fue una decisión que acabara en el olvido, la llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias, día a día, sin cansarse pues en Dios encontraba su fuerza, su gozo y su descanso. Con la mirada dirigida hacia las realidades celestiales desestimó los bienes de este mundo caduco en nada comparables a los eternos. El inmenso amor hacia el Señor, permitió a Macrina vivir una vida de total consagración a Él a través de la austeridad y la ascesis vividas en el amor. Por ella, muchas otras mujeres abrazaron el mismo estado de vida y aprendieron de ella la vida de renuncia por Dios.

También resulta admirable el influjo que causó en los miembros de su familia, ya que sin ella, la historia no sería la misma. A ella le debemos un San Basilio como hoy día es conocido y lo mismo podemos decir de San Gregorio de Nisa. Y ni decir tiene, que la Regla de San Basilio le debe mucho a su hermana y su vida de virginidad junto con otras vírgenes.

De Santa Macrina se puede hablar, escribir y aprender mucho más de lo que estas pobres páginas pueden decir. Sólo baste leer lo que de ella se sabe y gustarlo con la inspiración del Espíritu para sacar provecho espiritual de esta virgen que supo dedicar su vida a Dios sin otra ocupación que el servirle y amarle.
Hna. Marina medina




[1] Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico.
[2] Cf. Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico. 
[3] Sira Carrasquer Pedrós y Araceli De La Red Vega, Madres del Desierto, Matrología, T. 1, Col. Espiritualidad Monástica, Monasterio de las Huelgas, Burgos 1999. p. 150.
[4] Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p. 509.
[5] Gregorio De Nisa, Vitae Sanctae Macrinae. Rutas de luz, Madrid 1943, p. 358.
[6]  Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p. 509.
[6] Gregorio De Nisa, Vitae Sanctae Macrinae. Rutas de luz, Madrid 1943, p. 123-124.
[7] Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p. 125.
[8] Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p. 512.
[9]  Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p.126.
[10]  Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p. 512-513.
[11] L.F. Mateo-Seco, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1995, p. 74.
[12] No se puede decir que San Basilio fundase una Orden en sentido estricto de la palabra, ni se puede afirmar que todos aquellos monasterios tuviesen un código legislativo inexorable salido de las manos de Basilio. Fue más bien el conjunto de normas ascéticas, como núcleo substancial de los diversos estatutos particulares de cada casa religiosa, el que sirvió de ocasión para el nombre de basilianos. Tal vez el comienzo de una tal nomenclatura haya que buscarlo en la contraposición con San Benito, patriarca de los monjes de Occidente, y en una fórmula de este último, en que alude a la “Regla de nuestro Padre San Basilio (Regla de San Benito, c. 73, 6). El Papa Gregorio XIII reunió todos los monasterios italianos y españoles inspirados en la Regla de San Basilio en una verdadera Orden basiliana.
[13] L.F. Mateo-Seco, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1995, p. 75.
[14]Cf. Sira Carrasquer Pedrós, Madres Orientales. (ss. I-VII), Ediciones Monte Carmelo, Burgos 2003, p. 130. 
[15] L.F. Mateo-Seco, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1995, p. 130.
[16] Cf. Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p. 501-502.
[17] Hay autores que creen que murió en diciembre, pero J. R. Ponchet, en “Fecha de la elección episcopal de San Basilio”, cree que murió el 19 de julio, fecha en que coincide su celebración en el Santoral.
[18] Cf. Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico. 
[19] Cf. Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico.


26 de enero de 2016

S. BASILIO: ESCRITOS Y CUESTIÓN ARRIANA (2ª parte)


6-ESCRITOS

Basilio fue un gran teólogo, en los libros litúrgicos de la Iglesia griega ocupa un puesto primordial entre “los grandes maestros ecuménicos”. Sus escritos muestran un hombre de acción inclinado hacia los aspectos prácticos y éticos del mensaje cristiano.
Según nos narra Gregorio Nacianceno, los escritos de Basilio ejercieron una gran influencia en su vida, en su pensamiento y en sus aspiraciones, y le llama “maestro del estilo”. Estos escritos, gustaban tanto por su forma como por su contenido, y eran leídos por toda clase de gente: culta, iletrada, por cristianos y paganos.
Lo que se comprende de San Basilio a través de sus escritos, es el “primado de la Escritura”, leída e interpretada en la Iglesia; el “recuerdo de Dios” sin distracciones; una “fe sana”; la vida de “comunión fraterna”; el deseo de “complacer a Dios” hasta la muerte; y la “integración en Dios Trinidad”.
En cuanto al método exegético, la exégesis origeniana, Basilio la conocía a través de su contacto con los maestros de Antioquía (Diodoro di Tarso). Los exegetas antiguos, comprendido también Orígenes, entienden la alegoría como la interpretación espiritual de la Escritura. Basilio, no estando en contra de la alegoría, está sin embargo, atento a aquellos que incluyen arbitrariamente ideas personales en claro contraste con la Biblia.
De algunos de estos escritos, apenas comentaré la doctrina expuesta porque ésta, la presentaré más ampliamente en otros apartados del tema.

  1. Escritos dogmáticos:
      Los tratados dogmáticos que conservamos de Basilio, están dedicados a refutar la herejía arriana:
      -Contra Eunomio: es el escrito dogmático más antiguo: Adversus Eunomium, y consta de tres libros compuestos desde el año 363 al 365.
      Eunomio, era uno de los jefes del partido arriano más extremista: los amoneos. El libro I refuta que la esencia de Dios consiste en su inascibilidad, y por lo tanto que Cristo no es verdadero Hijo de Dios, porque es engendrado y por tanto, es una criatura. El Libro II, consiste en una defensa de lo establecido en el Concilio de Nicea, es decir, que el Verbo es consubstancial con el Padre. El libro III afirma también la consubstancialidad del Espíritu Santo.
      En algunas ediciones, se añaden dos libros más, pero al parecer fueron escritos por Dídimo el Ciego y no por Basilio.
      -Sobre el Espíritu Santo: fue escrito hacia el año 375. Trata sobre la consubstancialidad de las dos divinas Personas: del Hijo y del Espíritu Santo, con el Padre. En este escrito, Basilio comienza diciendo que había sido criticado por usar en público la doxología “Gloria al Padre con el Hijo juntamente con el Espíritu Santo”, en vez de aquella de uso común “Gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo”. Basilio explica que si el Hijo y el Espíritu Santo son consubstanciales al Padre, merecen por tanto, el mismo honor. Basilio justifica esta postura apoyándose en la Escritura y la tradición. Establece que la primera fórmula usada es más propia porque se distinguen las tres Personas, pero a la vez, se explicita la comunión existente entre Ellas. De esta forma, refuta al arrianismo y al sabelianismo.
      Esta obra sirvió de base a San Ambrosio para su obra De Spiritu Sancto, y de este modo, las ideas de Basilio, llegaron a Occidente.

2.     Tratados ascéticos:
“Constituyen una de las partes más importantes de su herencia literaria”[1]. Entre ellos tenemos:
      -Moralia: Regulae morales o Moralia. Colección de ochenta instrucciones morales, cada una de ellas respaldadas por citas del Nuevo Testamento. Fueron compuestas en el Ponto después del 360. Estas reglas iban dirigidas a guiar a los cristianos a la ascesis.
-Las dos Reglas monásticas: No son propiamente reglas, son más bien consejos sobre la vida espiritual dirigidas a los monjes, en forma de preguntas y respuestas. La primera lleva el nombre de “Reglas detalladas” o “Reglas Amplias” (Reguale fusius tractatae), y la segunda son las “Reglas breves” (Regulae brevis tractatae). No tratan en general de cuestiones teóricas, sino de problemas de tipo práctico de la vida de los monjes. En ellas se observan una gran cantidad de citas bíblicas, sobre todo del Nuevo Testamento. Las Reglas de San Basilio no hacen sino conducir al monje a la vida según el Evangelio.
3. Tratados de educación:
-A los adolescentes: Ad adolescentes. Es un escrito de carácter pedagógico aprovechando aquello que puede ser beneficioso de la literatura pagana, aunque afirma la superioridad absoluta de la Sagrada Escritura para la educación de los jóvenes.
En el capítulo II, Basilio explica que el objetivo de la vida se encuentra en las divinas Escrituras. Pero añade en el Capítulo III que la cultura pagana por una parte, es apropiada para el conocimiento de las Escrituras, y por otra parte, sirve de contraste a la tradición cristiana. En el capítulo X, confirma que la experiencia de la cultura pagana se completa con la enseñanza bíblica. La conclusión de la carta, afirma la convergencia pedagógica entre los autores paganos y la Escritura. Basilio realiza así, una “mediación cultural”.
Este tratado tiene el fin último de suscitar y formar en los jóvenes, una conciencia que esté en grado de poder realizar una elección. Una vez formada esta libertad de elección, Basilio exhorta al desapego, al alejamiento del materialismo, y ayuda a elegir el bien. Se recomiendo una “diálogo” con los autores útiles al progreso personal.
-Admonitio San Basilio ad filium spiritualem: No se sabe a ciencia cierta, si este breve tratado en latín, pertenece a San Basilio. Algunos estudiosos creen que así es y que era conocido y admirado por San Benito de Nursia.

4. Homilías y Sermones:

En sus homilías, supo combinar la retórica con la claridad de pensamiento y la sencillez de expresión, pues lo que él pretendía, es que sus sermones pudieran ser entendidos y puestos en práctica por todos sus oyentes. Sus homilías y sermones, comprenden “discursos llenos de savia y energía cristiana”[2].
Existen obras de Basilio sobre los Salmos, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, las Bienaventuranzas y el Padrenuestro, escritas algunas de ellas, como una serie de homilías que forman una unidad.
-El Hexamerón: En esta obra, escrita antes del año 370 cuando todavía era presbítero, explica el acto creativo donde hay una co-participación del Hijo que es causa eficiente e imagen substancial del Padre (Hexamerón VI 2, 17; IX 6, 74ss), y del Espíritu Santo, complemento esencial de la beata Trinidad (Hexamerón II 6, 8-10).
Cuando realiza estas predicaciones, era tiempo de ayuno, el auditorio era numeroso y popular aunque algunos de los oyentes estaban más instruidos. El objetivo del predicador, era el de reflexionar sobre la creación del mundo, proponiendo una contemplación del universo que tiene su inicio en la sabiduría de Dios.
En la estructura exegética están presentes nociones de cosmología, meteorología, botánica, historia natural y astronomía.
Basilio responde las intervenciones de los intelectuales, para rebatir a aquellos que ponían en evidencia la infalible autoridad de la Sagrada Escritura divinamente inspirada.
Según Basilio, el mundo no es eterno, tiene un principio y tendrá un fin. Sin embargo, nuestras almas sí son inmortales, y añade que los ángeles viven fuera del tiempo.
Cuando en la Escritura se dice que Dios separa la luz de las tinieblas, no es sólo para poder ver, sino porque la luz y las tinieblas son opuestas.
Fue la tarde y fue la mañana, día UNO. ¿Por qué se habla del día UNO y no del día “primero”? Para San Basilio, la Escritura califica como “uno” el día primero, y el arco de la jornada es contado de la tarde a la mañana de un modo anómalo. Tal día primero es el día uno, no el primero de una serie de días. Es un día creado por parte del Creador sin estar incluido en el cómputo de los otros días de la semana (Hex III, 1, 1). Solo el día UNO llena toda la semana, retornando sobre sí misma por siete días (esquema cíclico). El día “uno” se distiende y se extiende dentro de la semana entera. El objetivo es conducir lo eterno dentro del tiempo. Es necesario actuar en la conciencia de fe de que el futuro no es sólo temporal, sino eterno, es decir, conectado a la patria eterna.
Dios vio que era bueno: Él  no juzga los seres como lo hacemos nosotros, sino según la estrecha relación que éstos tienen con su fin.
Dios habla de nuevo: Él habla y actúa y así se manifiesta la distinción de las Personas divinas.
Cuando se dice, “hagamos al hombre”, la Segunda Persona divina es afirmada en plural: “hagamos”; y la imagen única de las Personas divinas es suficiente para condenar a los pertenecientes a la herejía del anomeísmo. Y sin embargo, cuando la Escritura dice en singular, “Dios hizo al hombre”, nos recuerda la unidad de la naturaleza divina.
Si el mundo es creado por una simple orden de Dios, no es así cuando se trata del hombre. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, deliberan y dejan al hombre que coopere a su propia realización por la participación en el Espíritu que forma en él la imagen del Hijo. La “imagen” reside en el poder que tiene la razón de poder mandar a los animales como a las pasiones interiores (Homilía 1, 19); mientras que la “semejanza” se conquista por medio de la libre voluntad (Homilía 1, 15). Este poder, nos lo ha dado Dios haciéndonos capaces de asemejarnos a Él y permitiéndonos ser artesanos de tal semejanza (Homilía 1, 15). La razón, oscurecida por el pecado y restaurada por Cristo, es el ámbito de la imagen de Dios. En cuanto a la semejanza, se conquista siendo cristiano (Hom 1, 17). A imagen de Dios es el alma, el hombre interior. La semejanza depende, sin embargo, de la libre voluntad del hombre.
-Homilías sobre los Salmos: Aunque se le atribuyen 18 homilías, no parecen que sean de él más que 13. Estas homilías tienen la función e edificar  y enseñar las conductas morales que se deben tener y no son un simple comentario exegético. Se sirve del “Comentario a los Salmos” de Eusebio de Cesarea.
-Comentario sobre Isaías: Es sobre el libro de Isaías 1-16, y aquí también toma mucho del “Comentario de Isaías” de Eusebio. Hay muchas hipótesis sobre si este comentario pertenece o no a Basilio, hoy se cree que no es suyo.
-Otros sermones: Existen 23 sermones que pueden considerarse escritos por Basilio. Tratan de muy diversos temas: panegíricos de mártires y santos, sermones morales y fúnebres y alguno de carácter dogmático…

5. Cartas:

Nos encontramos con más de 300 cartas sobre varios argumentos. En ellas encontramos noticias de su vida, sobre la vida de la Iglesia especialmente en Capadocia, y la relación entre Oriente y Occidente.
Quasten las clasifica en cartas de amistad; de recomendación; de consuelo; canónicas; ascético-morales; dogmáticas; litúrgicas y por último, históricas.
-Cartas de amistad: Basilio era muy sensible e inclinado a la amistad, le gusta recibir noticias de sus amigos, ayudarlos con consejos e intercambiar ideas. Son muy numerosas.
-Cartas de recomendación: son escritas a personajes importantes, influyentes y de dinero para interceder a favor de los pobres, afligidos, parientes y amigos.
-Cartas de consuelo: dirigidas a quienes se encontraban desconsolados por la pérdida de un ser querido; a obispos, sacerotes o monjes que vivían tristes y deprimidos; a Iglesias que carecían de un pastor; a fieles y sacerdotes atacados, perseguidos por los herejes.
-Cartas canónicas: Escritas para re-establecer, donde había decaído en desuso, el derecho canónico. Son importantes las conocidas precisamente con el nombre de “Cartas Canónicas”: la 188, la 199, y la 217, dirigidas a Anfiloquio de Iconium: “Contienen normas eclesiásticas detalladas sobre disciplina penitencial”[3].
-Cartas ascético-morales: Escritas con el fin de promover y preservar la vida moral y ascética.
-Cartas dogmáticas: Los temas principalmente tratados versan sobre la doctrina trinitaria, del Credo de Nicea defendiendo la consubstancialidad del Hijo y del Espíritu Santo, en contra de los arrianos, eunomianos, sabelianos y apolinaristas. También existen cartas en las que trata sobre la relación entre fe y razón, y entre la naturaleza y la revelación.
-Cartas litúrgicas: En una de ellas recomienda la comunión diaria. San Basilio fue un reformador de la liturgia.
-Cartas históricas: “El campo que abarcaba San Basilio en sus cartas era enorme… Con contactos tan vastos, las cartas de Basilio constituyen una fuente de primer orden para la historia del Imperio y para las condiciones de la Iglesia y del Estado, para las relaciones entre el Oriente y el Occidente, para las controversias entre la ortodoxia y la herejía”[4].

6. Liturgia:

Como reformador litúrgico, San Basilio nos ha dejado su liturgia en griego y copto. Poseemos una gran plegaria eucarística o anáfora que lleva su nombre.


7-LA CUESTIÓN ARRIANA

Si queremos entender mejor la doctrina y el influjo de Basilio en la disciplina católica, debemos exponer aunque sea brevemente, la herejía arriana y el Concilio de Nicea donde tal herejía fue condenada, aunque desgraciadamente, no desapareció.

7.1 Arrio

      En la Edad Antigua, al no estar formulada con claridad la doctrina católica, algunos pensadores se desviaban hacia el error surgiendo de esta forma, diversas herejías, que en realidad sirvieron para aclarar el dogma católico. Entre ellas, la que tuvo más empuje y fuerza fue el arrianismo, que toma su nombre del Obispo Arrio.
Como ya dijimos, Arrio defendía que Cristo no era Dios, sino una criatura creada de la nada por Dios y que por tanto no era eterno. Jesucristo sólo podría ser llamado “Dios” en un sentido moral, por su íntima relación con Dios.
Arrio, nace en Libia, en la antigua provincia de la Cirenaica, sobre el año 256. Era un sacerdote cristiano que regía una de las más importantes iglesias de Alejandría. En el 318 comienza a difundir sus ideas sobre la Trinidad. Condenado por un Sínodo en Alejandría, fue después absuelto por un Concilio en Nicomedia, donde su obispo –Eusebio- lo tenía refugiado. En el año 325, el primer Concilio Ecuménico, el de Nicea, fue convocado en mayo por el Papa Silvestre. Acudieron 318 obispos. En este Concilio fue condenada la herejía arriana y Arrio fue enviado al exilio. El emperador Constantino lo mandó llamar a Constantinopla. Murió en el 336.
Los discípulos de Arrio fueron: acacianos; eudoxianos; eusebianos; arrianos; eunomianos; ursacianos; semiarrianos.

7.2 Doctrina arriana

Ya hemos indicado cuál es la doctrina arriana, y su expansión se debió precisamente porque en el fondo, esta herejía acababa con el misterio de la divinidad de Cristo, y así, ponía al alcance de la inteligencia humana una de las verdades más esenciales del cristianismo. También llegó rápidamente a muchos territorios al penetrar en los rublos invasores del Imperio Occidental. Se mantendría tal doctrina unos dos siglos, y sus principios fueron fatales para el cristianismo, “pues destruían totalmente la obra de la redención y todo el Evangelio”[5].
Esta herejía trata de explicar de un modo simple el misterio de la Santísima Trinidad. La Iglesia había condenado a Sabelio por no aceptar la distinción de Personas. Arrio, la acepta, pero pondera la unidad absoluta de Dios, eterno, increado e incomunicable. Fuera de Él, todo lo que existe son criaturas suyas, por tanto, para Arrio, el Hijo es una criatura finita.
El Padre concibió la creación, pero como lo infinito no puede entrar en contacto con lo finito, la creación se la encargó al Hijo como Arquitecto del mundo (ideas del filósofo Filón). Por consiguiente, el Verbo o Cristo, no es de la misma naturaleza del Padre. Sin embargo, Arrio pondera al Hijo pues afirma que es la más excelente de las criaturas, y que el Padre lo elevó a la categoría de Dios nominal pues al ser una criatura que está por encima de todo lo creado y ser elevado a una verdadera impecabilidad, merece el título de “Dios” por abuso y extensión de la palabra.
Tampoco el Espíritu Santo tiene unidad de naturaleza con el Padre ni con el Hijo.
Toda esta doctrina, Arrio intentaba probarla acudiendo a la Sagrada Escritura: “Yavé me dio el ser en el principio de sus caminos”[6]; “Es el Primogénito de toda criatura”[7]; “Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre”[8]; “se me ha dado todo poder”[9]… Arrio era un excelente dialéctico. Y como no atacó las instituciones (sacramentos, jerarquía), sus discípulos se mezclaban con los fieles ortodoxos. Gozaba de una gran popularidad.
El obispo de Alejandría, Alejandro, como ya señalamos, trató de convencer a Arrio para que se arrepintiese de sus errores, como Arrió no cedió, el obispo no tuvo más remedio que convocar un sínodo celebrado en el año 321 al que acudieron más de cien obispos. En este sínodo fue donde por primera vez fue condenado el arrianismo, y por tanto, Arrio fue excomulgado.
Los emperadores Constantino y Valente defendieron a los arrianos. Los santos Atansio, Antonio y los tres Capadocios, combatieron a los arrianos. Los nuevos emperadores, Valentiniano, Graciano y Teodosio lograron extirpar el arrianismo del imperio. Los arrianos se refugiaron ente los bárbaros que abrazaron la fe cristiana según esta herejía (borgoñones, visigodos, ostrogodos y vándalos). El Concilio I de Constantinopla en el año 381, se pronuncia definitivamente por la exclusión de los arrianos de la Iglesia.

7.3 El Concilio de Nicea

La oposición del obispo Alejandro y del obispo Eustaquio, obispo de Beroa y gran antiarriano, no impidió que la doctrina arriana se expandiese con facilidad. El emperador Constantino, que simpatizaba de hecho con el cristianismo[10], no tuvo más remedio que tomar cartas en el asunto. Convocó de este modo, en mayo del año 325, en Nicea, el Primer Concilio Ecuménico. Estuvieron presentes 318 obispos de la parte oriental del Imperio, y estuvo presidido por Osio de Córdoba. Las tesis trinitarias, expuestas por Atanasio de Alejandría (discípulo del obispo Alejandro) y Eustaquio de Antioquía[11], fueron ratificadas por casi 300 de los obispos asistentes. Los otros, no muy convencidos de hecho, se fueron retractando, hasta que sólo apoyaron el arrianismo Eusebio de Nicomedia y Teognio de Nicea, rechazando el Credo aprobado por el resto de los obispos, que defendía claramente la existencia de tres Personas en la naturaleza divina (doctrina trinitarista o nicena).
Empleando la terminología de la filosofía griega, Arrio alegaba que el Hijo era de distinta esencia o sustancia (ousios) que el Padre, siendo conocida su postura como heteroousiana o anomia. San Atanasio y San Eustaquio defendieron la doctrina de que el Padre y el Hijo eran de la misma esencia o sustancia divina, enseñanza conocida como homoousiana, que fue la que aprobó el Concilio. Así, el Concilio, no contento con proclamar al Hijo “Dios de Dios, Luz de Luz”, compuso un Símbolo, el Símbolo de Nicea, donde se resume la doctrina cristiana concretamente en lo referente a Cristo. Este Símbolo se propuso a la asamblea constituyente del Concilio. La frase fundamental es la que declara la naturaleza del Hijo: “engendrado, no creado, consubstancial  (homoousios) con el Padre: esto es lo que decimos en el Credo: de la misma naturaleza del Padre.
La adopción de la palabra griega hommoousios, introduce en la profesión de fe un término nuevo cuyo origen no es la Escritura. Fue un gran acierto elegir esta fórmula pues sin ambigüedad alguna, se fijaba con gran fidelidad el dogma católico sobre la naturaleza del Verbo. Parece ser que fue el obispo Osio el que acertó a dar esta feliz expresión, como así lo atestigua San Atanasio, presente en el Concilio.

7.4 Entre el Concilio de Nicea y la persecución de Valente

Después del Concilio, el emperador Constantino defendió el homoousios, sin embargo, ya al final de su vida, Eusebio de Nicomedia es nombrado Patriarca de Constantinopla, y lo convence, bautizándolo antes de morir en el arrianismo (337). Un poco antes, Eustacio de Antioquia y Atanasio de Alejandría habían sido depuestos (y Atanasio también fue exiliado) por defender la fe nicena.
El hijo de Constantino, Constancio (337-361) es arriano y trata de imponer esta herejía dentro de la Iglesia. Muchos obispos y sacerdotes, se pliegan a su voluntad sin estar del todo convencidos, aunque el pueblo, sigue creyendo en la divinidad de Jesús.
A pesar de la persecución, algunos obispos católicos siguen defendiendo la fe del Concilio: San Hilario de Poitiers, San Eusebio de Vercelli, y San Atanasio. Constante gobernaba en occidente, en el año 350 muere y Constancio persigue  también a los cristianos nicenos en occidente.
Los obispos nicenos (con el emperador Juliano[12] retornan a sus sedes en el año 361, desde entonces, en occidente hay paz) consiguen que no se introduzcan fórmulas ambiguas en la liturgia.
A Juliano le sucede el emperador Valente, fanático arriano.

7.5 La persecución de Valente

Hacia finales del 369, Valente se estableció en Nicomedia, donde recibió la noticia de la muerte de Eudoxio. Para sustituir la sede vacante, los arrianos escogieron a Demófilo, obispo de Berea en Tracia. Esta elección levantó protestas, y los contestatarios fueron tratados con mucho rigor. Éstos mandaron una delegación de ochenta eclesiásticos y Valente los recibió, pero con mucha frialdad, y luego los mandó desaparecer haciendo incendiar el barco donde se les había embarcado por orden suya.
La persecución prosiguió por todas las provincias. Según Gregorio Nacianceno, Valente comenzó con exilios, expulsiones, confiscaciones, lisonjas o violencia. Exigía firmas en contra de la fe y se profanaban las Iglesias católicas. Los clérigos y monjes no eran exentos de las firmas, y si no lo hacían, se les aplicaba sanciones, supresión de beneficios fiscales, la deportación e incluso la muerte.
La persecución llegó a la Capadocia siendo Basilio obispo de Cesarea. Basilio se impuso con gran valentía al emperador y consiguió conservar el gobierno de su iglesia, pero a costa de afrontar grandes peligros. Es San Gregorio de Nacianzo el que nos cuenta el diálogo con Modesto, prefecto de Oriente, que debía obtener la firma de Basilio. Pero éste, rehusó firmemente:
“-¿Cómo, no temes tú mi poder?
-¿Y qué me podría suceder? ¿Qué podría yo sufrir?
-Uno de los muchos tormentos que están en mi poder.
-¿Y cuáles son? Dámelos a conocer.
-La confiscación, el destierro, las torturas, la muerte.
-Si no tienes otros, puedes amenazarme, porque no hay nada que me asuste.
-¿Cómo? ¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que la confiscación no tiene poder para el que nada posee; a menos que tú quieras tomar estos miserables andrajos que llevo y algunos libros: éstas son todas mis riquezas. En cuanto al destierro, para mí no existe, puesto que no estoy ligado a ningún lugar: aquel en que habito no me pertenece, y me consideraré en mi casa en cualquier lugar donde se me relegue: o mejor, yo considero toda la tierra como perteneciente a Dios, y a mí mismo como extranjero donde quiera que habite. En cuanto a los suplicios, ¿dónde quieres aplicarlos? Yo no tengo un cuerpo capaz de soportarlos. Al menos que  te agrade llamar suplicio al primer golpe que me des: es el único de que tú seas dueño. En cuanto a la muerte, ella será mi bienhechora, porque me conducirá más pronto a aquel Dios para el que vivo, por el que actúo y estoy ya medio muerto, y por el que desde hace mucho suspiro…
Cuando es Dios el que se pone en cuestión y del que se trata… el fuego, la espada, las bestias feroces, las uñas que descuartizan las carnes son para nosotros causa de delicia más que de terror. Después de esto, injuria, amenaza, haz cuanto quieras, pon en obra tu poder. Que se notifique también al emperador que no conseguirás que yo me adhiera a la impiedad ni por la violencia ni por la persuasión”[13].

7.6 La muerte de Valente y actividad de Basilio

Más tarde, los godos, atacados por los hunos pidieron asilo en el territorio del Imperio y se les permitió establecerse en Tracia con la condición de abastecerse de subsistencias. La administración de Valente organizó todo esto con tan poca paciencia y humanidad, que los godos se rebelaron el  año 376; rebelión que se convirtió en una verdadera guerra y Valente tuvo que intervenir personalmente. El emperador llegó a Constantinopla el 30 de mayo del 378, y al cabo de unos días se dirigió a Tracia para tomar el mando el ejército. La batalla tuvo lugar el 9 de agosto cerca de Adrianópolis. Los romanos fueron derrotados desapareciendo Valente del que no se halló el cadáver.
Antes de abandonar Antioquia, quiso dar a los católicos una prueba de benevolencia, revocando todos los destierros.
Entre estos años, desde el 370, quiso reunir a las iglesias de Oriente y Occidente. Basilio intentó convocar en Oriente a todos los que eran contrarios al arrianismo. Busca el contacto con Atanasio pero encuentra algunas dificultades; entonces, escribe al Papa Dámaso, para que haga lo posible intentando recuperar la paz en las Iglesias de Oriente. Pero el Occidente no comprende bien a Oriente ni usan la misma lengua por lo que ambas iglesias están muy lejos de entenderse, además, para el Papa, todo lo que no es conforme a la fe de nicena es arriano y no percibe los matices de las posturas ortodoxas del Oriente. El problema era hacer admitir la convergencia de las dos fórmulas a las que se habían llegado en las iglesias para definir la doctrina trinitaria: una ousía, tres hipóstasis para los capadocios; una substancia, tres personae para los latinos. Basilio mantuvo largas y difíciles negociaciones con el Papa Dámaso sin conseguir su propósito cuando muere en el año 379.

7.7 Fin de la controversia arriana

Muerto Valente en el 378, regresó a la ciudad de forma triunfal, el obispo Melecio, con el apoyo de los nicenos y del obispo Basilio cuya teología fue decisiva para poner fin a la controversia cristológica arriana.
Graciano, el emperador católico occidental, nombró como regente del imperio oriental al hispano Teodosio (conocido como Teodosio el Grande), un prestigioso general que convirtió el cristianismo niceno en religión oficial prohibiendo los cultos paganos orientales. Teodosio era un gran y firme niceno. Con su apoyo, Melecio pudo convocar un Concilio en octubre del 379 en Antioquia, donde se aprobó el Símbolo de Nicea como el único ortodoxo para la Iglesia. En el Segundo Concilio Ecuménico en Constantinopla en el 381, se reunieron ciento cincuenta obispos orientales que aprobaron el credo de Nicea introduciendo la fórmula: “Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través del Hijo”, llamándose Credo Niceno-Constantinopolitano. Fueron condenadas entre otras herejías, el arrianismo. La paz había vuelto a la cristianad aunque no hubiesen desaparecido del todo las sectas y diversas corrientes contrarias al cristianismo.
                                                                                                    Hna. Marina Medina



[1] J. Tixeront, Curso de Patrología, Editorial Litúrgica Española, Barcelona 1927, p. 217.
[2] Bernardino Llorca, Historia de la Iglesia Católica I. Edad Antigua. La Iglesia en el mundo grecorromano, B.A.C., Madrid 1964, p. 448.
[3] Johannes Quasten, Patrología II. La edad de oro de la literatura patrística griega, B.A.C., Madrid 1962, p. 234.
[4] Ibid., 236.
[5] Bernardino Llorca, Historia de la Iglesia Católica I. Edad Antigua. La Iglesia en el mundo grecorromano, B.A.C., Madrid 1964, p. 369.
[6] Prov 8, 22.
[7] Col 1, 30.
[8] Fil 2, 8-11.
[9] Mt, 28, 18.
[10] En el Edicto de Milán del año 313, El emperador Constantino declara el principio de libertad de religión en el Imperio Romano.
[11] Alejandría y Antioquía fueron los dos grandes centros teológicos cristianos de la época.
[12] Flavio Claudio Juliano (331-363), Emperador romano conocido como “Juliano el Apóstata”. Restableció como religión oficial el paganismo clásico. No persiguió a los cristianos, pero para acabar con su influencia, les prohibió ocupar cargos públicos y dedicarse a la enseñanza.
[13] J. R. Palanque, Historia de la Iglesia. La Iglesia del Imperio, Ediciones Edicep, Valencia 1977, p.276-277.