26 de enero de 2016

S. BASILIO: ESCRITOS Y CUESTIÓN ARRIANA (2ª parte)


6-ESCRITOS

Basilio fue un gran teólogo, en los libros litúrgicos de la Iglesia griega ocupa un puesto primordial entre “los grandes maestros ecuménicos”. Sus escritos muestran un hombre de acción inclinado hacia los aspectos prácticos y éticos del mensaje cristiano.
Según nos narra Gregorio Nacianceno, los escritos de Basilio ejercieron una gran influencia en su vida, en su pensamiento y en sus aspiraciones, y le llama “maestro del estilo”. Estos escritos, gustaban tanto por su forma como por su contenido, y eran leídos por toda clase de gente: culta, iletrada, por cristianos y paganos.
Lo que se comprende de San Basilio a través de sus escritos, es el “primado de la Escritura”, leída e interpretada en la Iglesia; el “recuerdo de Dios” sin distracciones; una “fe sana”; la vida de “comunión fraterna”; el deseo de “complacer a Dios” hasta la muerte; y la “integración en Dios Trinidad”.
En cuanto al método exegético, la exégesis origeniana, Basilio la conocía a través de su contacto con los maestros de Antioquía (Diodoro di Tarso). Los exegetas antiguos, comprendido también Orígenes, entienden la alegoría como la interpretación espiritual de la Escritura. Basilio, no estando en contra de la alegoría, está sin embargo, atento a aquellos que incluyen arbitrariamente ideas personales en claro contraste con la Biblia.
De algunos de estos escritos, apenas comentaré la doctrina expuesta porque ésta, la presentaré más ampliamente en otros apartados del tema.

  1. Escritos dogmáticos:
      Los tratados dogmáticos que conservamos de Basilio, están dedicados a refutar la herejía arriana:
      -Contra Eunomio: es el escrito dogmático más antiguo: Adversus Eunomium, y consta de tres libros compuestos desde el año 363 al 365.
      Eunomio, era uno de los jefes del partido arriano más extremista: los amoneos. El libro I refuta que la esencia de Dios consiste en su inascibilidad, y por lo tanto que Cristo no es verdadero Hijo de Dios, porque es engendrado y por tanto, es una criatura. El Libro II, consiste en una defensa de lo establecido en el Concilio de Nicea, es decir, que el Verbo es consubstancial con el Padre. El libro III afirma también la consubstancialidad del Espíritu Santo.
      En algunas ediciones, se añaden dos libros más, pero al parecer fueron escritos por Dídimo el Ciego y no por Basilio.
      -Sobre el Espíritu Santo: fue escrito hacia el año 375. Trata sobre la consubstancialidad de las dos divinas Personas: del Hijo y del Espíritu Santo, con el Padre. En este escrito, Basilio comienza diciendo que había sido criticado por usar en público la doxología “Gloria al Padre con el Hijo juntamente con el Espíritu Santo”, en vez de aquella de uso común “Gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo”. Basilio explica que si el Hijo y el Espíritu Santo son consubstanciales al Padre, merecen por tanto, el mismo honor. Basilio justifica esta postura apoyándose en la Escritura y la tradición. Establece que la primera fórmula usada es más propia porque se distinguen las tres Personas, pero a la vez, se explicita la comunión existente entre Ellas. De esta forma, refuta al arrianismo y al sabelianismo.
      Esta obra sirvió de base a San Ambrosio para su obra De Spiritu Sancto, y de este modo, las ideas de Basilio, llegaron a Occidente.

2.     Tratados ascéticos:
“Constituyen una de las partes más importantes de su herencia literaria”[1]. Entre ellos tenemos:
      -Moralia: Regulae morales o Moralia. Colección de ochenta instrucciones morales, cada una de ellas respaldadas por citas del Nuevo Testamento. Fueron compuestas en el Ponto después del 360. Estas reglas iban dirigidas a guiar a los cristianos a la ascesis.
-Las dos Reglas monásticas: No son propiamente reglas, son más bien consejos sobre la vida espiritual dirigidas a los monjes, en forma de preguntas y respuestas. La primera lleva el nombre de “Reglas detalladas” o “Reglas Amplias” (Reguale fusius tractatae), y la segunda son las “Reglas breves” (Regulae brevis tractatae). No tratan en general de cuestiones teóricas, sino de problemas de tipo práctico de la vida de los monjes. En ellas se observan una gran cantidad de citas bíblicas, sobre todo del Nuevo Testamento. Las Reglas de San Basilio no hacen sino conducir al monje a la vida según el Evangelio.
3. Tratados de educación:
-A los adolescentes: Ad adolescentes. Es un escrito de carácter pedagógico aprovechando aquello que puede ser beneficioso de la literatura pagana, aunque afirma la superioridad absoluta de la Sagrada Escritura para la educación de los jóvenes.
En el capítulo II, Basilio explica que el objetivo de la vida se encuentra en las divinas Escrituras. Pero añade en el Capítulo III que la cultura pagana por una parte, es apropiada para el conocimiento de las Escrituras, y por otra parte, sirve de contraste a la tradición cristiana. En el capítulo X, confirma que la experiencia de la cultura pagana se completa con la enseñanza bíblica. La conclusión de la carta, afirma la convergencia pedagógica entre los autores paganos y la Escritura. Basilio realiza así, una “mediación cultural”.
Este tratado tiene el fin último de suscitar y formar en los jóvenes, una conciencia que esté en grado de poder realizar una elección. Una vez formada esta libertad de elección, Basilio exhorta al desapego, al alejamiento del materialismo, y ayuda a elegir el bien. Se recomiendo una “diálogo” con los autores útiles al progreso personal.
-Admonitio San Basilio ad filium spiritualem: No se sabe a ciencia cierta, si este breve tratado en latín, pertenece a San Basilio. Algunos estudiosos creen que así es y que era conocido y admirado por San Benito de Nursia.

4. Homilías y Sermones:

En sus homilías, supo combinar la retórica con la claridad de pensamiento y la sencillez de expresión, pues lo que él pretendía, es que sus sermones pudieran ser entendidos y puestos en práctica por todos sus oyentes. Sus homilías y sermones, comprenden “discursos llenos de savia y energía cristiana”[2].
Existen obras de Basilio sobre los Salmos, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, las Bienaventuranzas y el Padrenuestro, escritas algunas de ellas, como una serie de homilías que forman una unidad.
-El Hexamerón: En esta obra, escrita antes del año 370 cuando todavía era presbítero, explica el acto creativo donde hay una co-participación del Hijo que es causa eficiente e imagen substancial del Padre (Hexamerón VI 2, 17; IX 6, 74ss), y del Espíritu Santo, complemento esencial de la beata Trinidad (Hexamerón II 6, 8-10).
Cuando realiza estas predicaciones, era tiempo de ayuno, el auditorio era numeroso y popular aunque algunos de los oyentes estaban más instruidos. El objetivo del predicador, era el de reflexionar sobre la creación del mundo, proponiendo una contemplación del universo que tiene su inicio en la sabiduría de Dios.
En la estructura exegética están presentes nociones de cosmología, meteorología, botánica, historia natural y astronomía.
Basilio responde las intervenciones de los intelectuales, para rebatir a aquellos que ponían en evidencia la infalible autoridad de la Sagrada Escritura divinamente inspirada.
Según Basilio, el mundo no es eterno, tiene un principio y tendrá un fin. Sin embargo, nuestras almas sí son inmortales, y añade que los ángeles viven fuera del tiempo.
Cuando en la Escritura se dice que Dios separa la luz de las tinieblas, no es sólo para poder ver, sino porque la luz y las tinieblas son opuestas.
Fue la tarde y fue la mañana, día UNO. ¿Por qué se habla del día UNO y no del día “primero”? Para San Basilio, la Escritura califica como “uno” el día primero, y el arco de la jornada es contado de la tarde a la mañana de un modo anómalo. Tal día primero es el día uno, no el primero de una serie de días. Es un día creado por parte del Creador sin estar incluido en el cómputo de los otros días de la semana (Hex III, 1, 1). Solo el día UNO llena toda la semana, retornando sobre sí misma por siete días (esquema cíclico). El día “uno” se distiende y se extiende dentro de la semana entera. El objetivo es conducir lo eterno dentro del tiempo. Es necesario actuar en la conciencia de fe de que el futuro no es sólo temporal, sino eterno, es decir, conectado a la patria eterna.
Dios vio que era bueno: Él  no juzga los seres como lo hacemos nosotros, sino según la estrecha relación que éstos tienen con su fin.
Dios habla de nuevo: Él habla y actúa y así se manifiesta la distinción de las Personas divinas.
Cuando se dice, “hagamos al hombre”, la Segunda Persona divina es afirmada en plural: “hagamos”; y la imagen única de las Personas divinas es suficiente para condenar a los pertenecientes a la herejía del anomeísmo. Y sin embargo, cuando la Escritura dice en singular, “Dios hizo al hombre”, nos recuerda la unidad de la naturaleza divina.
Si el mundo es creado por una simple orden de Dios, no es así cuando se trata del hombre. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, deliberan y dejan al hombre que coopere a su propia realización por la participación en el Espíritu que forma en él la imagen del Hijo. La “imagen” reside en el poder que tiene la razón de poder mandar a los animales como a las pasiones interiores (Homilía 1, 19); mientras que la “semejanza” se conquista por medio de la libre voluntad (Homilía 1, 15). Este poder, nos lo ha dado Dios haciéndonos capaces de asemejarnos a Él y permitiéndonos ser artesanos de tal semejanza (Homilía 1, 15). La razón, oscurecida por el pecado y restaurada por Cristo, es el ámbito de la imagen de Dios. En cuanto a la semejanza, se conquista siendo cristiano (Hom 1, 17). A imagen de Dios es el alma, el hombre interior. La semejanza depende, sin embargo, de la libre voluntad del hombre.
-Homilías sobre los Salmos: Aunque se le atribuyen 18 homilías, no parecen que sean de él más que 13. Estas homilías tienen la función e edificar  y enseñar las conductas morales que se deben tener y no son un simple comentario exegético. Se sirve del “Comentario a los Salmos” de Eusebio de Cesarea.
-Comentario sobre Isaías: Es sobre el libro de Isaías 1-16, y aquí también toma mucho del “Comentario de Isaías” de Eusebio. Hay muchas hipótesis sobre si este comentario pertenece o no a Basilio, hoy se cree que no es suyo.
-Otros sermones: Existen 23 sermones que pueden considerarse escritos por Basilio. Tratan de muy diversos temas: panegíricos de mártires y santos, sermones morales y fúnebres y alguno de carácter dogmático…

5. Cartas:

Nos encontramos con más de 300 cartas sobre varios argumentos. En ellas encontramos noticias de su vida, sobre la vida de la Iglesia especialmente en Capadocia, y la relación entre Oriente y Occidente.
Quasten las clasifica en cartas de amistad; de recomendación; de consuelo; canónicas; ascético-morales; dogmáticas; litúrgicas y por último, históricas.
-Cartas de amistad: Basilio era muy sensible e inclinado a la amistad, le gusta recibir noticias de sus amigos, ayudarlos con consejos e intercambiar ideas. Son muy numerosas.
-Cartas de recomendación: son escritas a personajes importantes, influyentes y de dinero para interceder a favor de los pobres, afligidos, parientes y amigos.
-Cartas de consuelo: dirigidas a quienes se encontraban desconsolados por la pérdida de un ser querido; a obispos, sacerotes o monjes que vivían tristes y deprimidos; a Iglesias que carecían de un pastor; a fieles y sacerdotes atacados, perseguidos por los herejes.
-Cartas canónicas: Escritas para re-establecer, donde había decaído en desuso, el derecho canónico. Son importantes las conocidas precisamente con el nombre de “Cartas Canónicas”: la 188, la 199, y la 217, dirigidas a Anfiloquio de Iconium: “Contienen normas eclesiásticas detalladas sobre disciplina penitencial”[3].
-Cartas ascético-morales: Escritas con el fin de promover y preservar la vida moral y ascética.
-Cartas dogmáticas: Los temas principalmente tratados versan sobre la doctrina trinitaria, del Credo de Nicea defendiendo la consubstancialidad del Hijo y del Espíritu Santo, en contra de los arrianos, eunomianos, sabelianos y apolinaristas. También existen cartas en las que trata sobre la relación entre fe y razón, y entre la naturaleza y la revelación.
-Cartas litúrgicas: En una de ellas recomienda la comunión diaria. San Basilio fue un reformador de la liturgia.
-Cartas históricas: “El campo que abarcaba San Basilio en sus cartas era enorme… Con contactos tan vastos, las cartas de Basilio constituyen una fuente de primer orden para la historia del Imperio y para las condiciones de la Iglesia y del Estado, para las relaciones entre el Oriente y el Occidente, para las controversias entre la ortodoxia y la herejía”[4].

6. Liturgia:

Como reformador litúrgico, San Basilio nos ha dejado su liturgia en griego y copto. Poseemos una gran plegaria eucarística o anáfora que lleva su nombre.


7-LA CUESTIÓN ARRIANA

Si queremos entender mejor la doctrina y el influjo de Basilio en la disciplina católica, debemos exponer aunque sea brevemente, la herejía arriana y el Concilio de Nicea donde tal herejía fue condenada, aunque desgraciadamente, no desapareció.

7.1 Arrio

      En la Edad Antigua, al no estar formulada con claridad la doctrina católica, algunos pensadores se desviaban hacia el error surgiendo de esta forma, diversas herejías, que en realidad sirvieron para aclarar el dogma católico. Entre ellas, la que tuvo más empuje y fuerza fue el arrianismo, que toma su nombre del Obispo Arrio.
Como ya dijimos, Arrio defendía que Cristo no era Dios, sino una criatura creada de la nada por Dios y que por tanto no era eterno. Jesucristo sólo podría ser llamado “Dios” en un sentido moral, por su íntima relación con Dios.
Arrio, nace en Libia, en la antigua provincia de la Cirenaica, sobre el año 256. Era un sacerdote cristiano que regía una de las más importantes iglesias de Alejandría. En el 318 comienza a difundir sus ideas sobre la Trinidad. Condenado por un Sínodo en Alejandría, fue después absuelto por un Concilio en Nicomedia, donde su obispo –Eusebio- lo tenía refugiado. En el año 325, el primer Concilio Ecuménico, el de Nicea, fue convocado en mayo por el Papa Silvestre. Acudieron 318 obispos. En este Concilio fue condenada la herejía arriana y Arrio fue enviado al exilio. El emperador Constantino lo mandó llamar a Constantinopla. Murió en el 336.
Los discípulos de Arrio fueron: acacianos; eudoxianos; eusebianos; arrianos; eunomianos; ursacianos; semiarrianos.

7.2 Doctrina arriana

Ya hemos indicado cuál es la doctrina arriana, y su expansión se debió precisamente porque en el fondo, esta herejía acababa con el misterio de la divinidad de Cristo, y así, ponía al alcance de la inteligencia humana una de las verdades más esenciales del cristianismo. También llegó rápidamente a muchos territorios al penetrar en los rublos invasores del Imperio Occidental. Se mantendría tal doctrina unos dos siglos, y sus principios fueron fatales para el cristianismo, “pues destruían totalmente la obra de la redención y todo el Evangelio”[5].
Esta herejía trata de explicar de un modo simple el misterio de la Santísima Trinidad. La Iglesia había condenado a Sabelio por no aceptar la distinción de Personas. Arrio, la acepta, pero pondera la unidad absoluta de Dios, eterno, increado e incomunicable. Fuera de Él, todo lo que existe son criaturas suyas, por tanto, para Arrio, el Hijo es una criatura finita.
El Padre concibió la creación, pero como lo infinito no puede entrar en contacto con lo finito, la creación se la encargó al Hijo como Arquitecto del mundo (ideas del filósofo Filón). Por consiguiente, el Verbo o Cristo, no es de la misma naturaleza del Padre. Sin embargo, Arrio pondera al Hijo pues afirma que es la más excelente de las criaturas, y que el Padre lo elevó a la categoría de Dios nominal pues al ser una criatura que está por encima de todo lo creado y ser elevado a una verdadera impecabilidad, merece el título de “Dios” por abuso y extensión de la palabra.
Tampoco el Espíritu Santo tiene unidad de naturaleza con el Padre ni con el Hijo.
Toda esta doctrina, Arrio intentaba probarla acudiendo a la Sagrada Escritura: “Yavé me dio el ser en el principio de sus caminos”[6]; “Es el Primogénito de toda criatura”[7]; “Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre”[8]; “se me ha dado todo poder”[9]… Arrio era un excelente dialéctico. Y como no atacó las instituciones (sacramentos, jerarquía), sus discípulos se mezclaban con los fieles ortodoxos. Gozaba de una gran popularidad.
El obispo de Alejandría, Alejandro, como ya señalamos, trató de convencer a Arrio para que se arrepintiese de sus errores, como Arrió no cedió, el obispo no tuvo más remedio que convocar un sínodo celebrado en el año 321 al que acudieron más de cien obispos. En este sínodo fue donde por primera vez fue condenado el arrianismo, y por tanto, Arrio fue excomulgado.
Los emperadores Constantino y Valente defendieron a los arrianos. Los santos Atansio, Antonio y los tres Capadocios, combatieron a los arrianos. Los nuevos emperadores, Valentiniano, Graciano y Teodosio lograron extirpar el arrianismo del imperio. Los arrianos se refugiaron ente los bárbaros que abrazaron la fe cristiana según esta herejía (borgoñones, visigodos, ostrogodos y vándalos). El Concilio I de Constantinopla en el año 381, se pronuncia definitivamente por la exclusión de los arrianos de la Iglesia.

7.3 El Concilio de Nicea

La oposición del obispo Alejandro y del obispo Eustaquio, obispo de Beroa y gran antiarriano, no impidió que la doctrina arriana se expandiese con facilidad. El emperador Constantino, que simpatizaba de hecho con el cristianismo[10], no tuvo más remedio que tomar cartas en el asunto. Convocó de este modo, en mayo del año 325, en Nicea, el Primer Concilio Ecuménico. Estuvieron presentes 318 obispos de la parte oriental del Imperio, y estuvo presidido por Osio de Córdoba. Las tesis trinitarias, expuestas por Atanasio de Alejandría (discípulo del obispo Alejandro) y Eustaquio de Antioquía[11], fueron ratificadas por casi 300 de los obispos asistentes. Los otros, no muy convencidos de hecho, se fueron retractando, hasta que sólo apoyaron el arrianismo Eusebio de Nicomedia y Teognio de Nicea, rechazando el Credo aprobado por el resto de los obispos, que defendía claramente la existencia de tres Personas en la naturaleza divina (doctrina trinitarista o nicena).
Empleando la terminología de la filosofía griega, Arrio alegaba que el Hijo era de distinta esencia o sustancia (ousios) que el Padre, siendo conocida su postura como heteroousiana o anomia. San Atanasio y San Eustaquio defendieron la doctrina de que el Padre y el Hijo eran de la misma esencia o sustancia divina, enseñanza conocida como homoousiana, que fue la que aprobó el Concilio. Así, el Concilio, no contento con proclamar al Hijo “Dios de Dios, Luz de Luz”, compuso un Símbolo, el Símbolo de Nicea, donde se resume la doctrina cristiana concretamente en lo referente a Cristo. Este Símbolo se propuso a la asamblea constituyente del Concilio. La frase fundamental es la que declara la naturaleza del Hijo: “engendrado, no creado, consubstancial  (homoousios) con el Padre: esto es lo que decimos en el Credo: de la misma naturaleza del Padre.
La adopción de la palabra griega hommoousios, introduce en la profesión de fe un término nuevo cuyo origen no es la Escritura. Fue un gran acierto elegir esta fórmula pues sin ambigüedad alguna, se fijaba con gran fidelidad el dogma católico sobre la naturaleza del Verbo. Parece ser que fue el obispo Osio el que acertó a dar esta feliz expresión, como así lo atestigua San Atanasio, presente en el Concilio.

7.4 Entre el Concilio de Nicea y la persecución de Valente

Después del Concilio, el emperador Constantino defendió el homoousios, sin embargo, ya al final de su vida, Eusebio de Nicomedia es nombrado Patriarca de Constantinopla, y lo convence, bautizándolo antes de morir en el arrianismo (337). Un poco antes, Eustacio de Antioquia y Atanasio de Alejandría habían sido depuestos (y Atanasio también fue exiliado) por defender la fe nicena.
El hijo de Constantino, Constancio (337-361) es arriano y trata de imponer esta herejía dentro de la Iglesia. Muchos obispos y sacerdotes, se pliegan a su voluntad sin estar del todo convencidos, aunque el pueblo, sigue creyendo en la divinidad de Jesús.
A pesar de la persecución, algunos obispos católicos siguen defendiendo la fe del Concilio: San Hilario de Poitiers, San Eusebio de Vercelli, y San Atanasio. Constante gobernaba en occidente, en el año 350 muere y Constancio persigue  también a los cristianos nicenos en occidente.
Los obispos nicenos (con el emperador Juliano[12] retornan a sus sedes en el año 361, desde entonces, en occidente hay paz) consiguen que no se introduzcan fórmulas ambiguas en la liturgia.
A Juliano le sucede el emperador Valente, fanático arriano.

7.5 La persecución de Valente

Hacia finales del 369, Valente se estableció en Nicomedia, donde recibió la noticia de la muerte de Eudoxio. Para sustituir la sede vacante, los arrianos escogieron a Demófilo, obispo de Berea en Tracia. Esta elección levantó protestas, y los contestatarios fueron tratados con mucho rigor. Éstos mandaron una delegación de ochenta eclesiásticos y Valente los recibió, pero con mucha frialdad, y luego los mandó desaparecer haciendo incendiar el barco donde se les había embarcado por orden suya.
La persecución prosiguió por todas las provincias. Según Gregorio Nacianceno, Valente comenzó con exilios, expulsiones, confiscaciones, lisonjas o violencia. Exigía firmas en contra de la fe y se profanaban las Iglesias católicas. Los clérigos y monjes no eran exentos de las firmas, y si no lo hacían, se les aplicaba sanciones, supresión de beneficios fiscales, la deportación e incluso la muerte.
La persecución llegó a la Capadocia siendo Basilio obispo de Cesarea. Basilio se impuso con gran valentía al emperador y consiguió conservar el gobierno de su iglesia, pero a costa de afrontar grandes peligros. Es San Gregorio de Nacianzo el que nos cuenta el diálogo con Modesto, prefecto de Oriente, que debía obtener la firma de Basilio. Pero éste, rehusó firmemente:
“-¿Cómo, no temes tú mi poder?
-¿Y qué me podría suceder? ¿Qué podría yo sufrir?
-Uno de los muchos tormentos que están en mi poder.
-¿Y cuáles son? Dámelos a conocer.
-La confiscación, el destierro, las torturas, la muerte.
-Si no tienes otros, puedes amenazarme, porque no hay nada que me asuste.
-¿Cómo? ¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que la confiscación no tiene poder para el que nada posee; a menos que tú quieras tomar estos miserables andrajos que llevo y algunos libros: éstas son todas mis riquezas. En cuanto al destierro, para mí no existe, puesto que no estoy ligado a ningún lugar: aquel en que habito no me pertenece, y me consideraré en mi casa en cualquier lugar donde se me relegue: o mejor, yo considero toda la tierra como perteneciente a Dios, y a mí mismo como extranjero donde quiera que habite. En cuanto a los suplicios, ¿dónde quieres aplicarlos? Yo no tengo un cuerpo capaz de soportarlos. Al menos que  te agrade llamar suplicio al primer golpe que me des: es el único de que tú seas dueño. En cuanto a la muerte, ella será mi bienhechora, porque me conducirá más pronto a aquel Dios para el que vivo, por el que actúo y estoy ya medio muerto, y por el que desde hace mucho suspiro…
Cuando es Dios el que se pone en cuestión y del que se trata… el fuego, la espada, las bestias feroces, las uñas que descuartizan las carnes son para nosotros causa de delicia más que de terror. Después de esto, injuria, amenaza, haz cuanto quieras, pon en obra tu poder. Que se notifique también al emperador que no conseguirás que yo me adhiera a la impiedad ni por la violencia ni por la persuasión”[13].

7.6 La muerte de Valente y actividad de Basilio

Más tarde, los godos, atacados por los hunos pidieron asilo en el territorio del Imperio y se les permitió establecerse en Tracia con la condición de abastecerse de subsistencias. La administración de Valente organizó todo esto con tan poca paciencia y humanidad, que los godos se rebelaron el  año 376; rebelión que se convirtió en una verdadera guerra y Valente tuvo que intervenir personalmente. El emperador llegó a Constantinopla el 30 de mayo del 378, y al cabo de unos días se dirigió a Tracia para tomar el mando el ejército. La batalla tuvo lugar el 9 de agosto cerca de Adrianópolis. Los romanos fueron derrotados desapareciendo Valente del que no se halló el cadáver.
Antes de abandonar Antioquia, quiso dar a los católicos una prueba de benevolencia, revocando todos los destierros.
Entre estos años, desde el 370, quiso reunir a las iglesias de Oriente y Occidente. Basilio intentó convocar en Oriente a todos los que eran contrarios al arrianismo. Busca el contacto con Atanasio pero encuentra algunas dificultades; entonces, escribe al Papa Dámaso, para que haga lo posible intentando recuperar la paz en las Iglesias de Oriente. Pero el Occidente no comprende bien a Oriente ni usan la misma lengua por lo que ambas iglesias están muy lejos de entenderse, además, para el Papa, todo lo que no es conforme a la fe de nicena es arriano y no percibe los matices de las posturas ortodoxas del Oriente. El problema era hacer admitir la convergencia de las dos fórmulas a las que se habían llegado en las iglesias para definir la doctrina trinitaria: una ousía, tres hipóstasis para los capadocios; una substancia, tres personae para los latinos. Basilio mantuvo largas y difíciles negociaciones con el Papa Dámaso sin conseguir su propósito cuando muere en el año 379.

7.7 Fin de la controversia arriana

Muerto Valente en el 378, regresó a la ciudad de forma triunfal, el obispo Melecio, con el apoyo de los nicenos y del obispo Basilio cuya teología fue decisiva para poner fin a la controversia cristológica arriana.
Graciano, el emperador católico occidental, nombró como regente del imperio oriental al hispano Teodosio (conocido como Teodosio el Grande), un prestigioso general que convirtió el cristianismo niceno en religión oficial prohibiendo los cultos paganos orientales. Teodosio era un gran y firme niceno. Con su apoyo, Melecio pudo convocar un Concilio en octubre del 379 en Antioquia, donde se aprobó el Símbolo de Nicea como el único ortodoxo para la Iglesia. En el Segundo Concilio Ecuménico en Constantinopla en el 381, se reunieron ciento cincuenta obispos orientales que aprobaron el credo de Nicea introduciendo la fórmula: “Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través del Hijo”, llamándose Credo Niceno-Constantinopolitano. Fueron condenadas entre otras herejías, el arrianismo. La paz había vuelto a la cristianad aunque no hubiesen desaparecido del todo las sectas y diversas corrientes contrarias al cristianismo.
                                                                                                    Hna. Marina Medina



[1] J. Tixeront, Curso de Patrología, Editorial Litúrgica Española, Barcelona 1927, p. 217.
[2] Bernardino Llorca, Historia de la Iglesia Católica I. Edad Antigua. La Iglesia en el mundo grecorromano, B.A.C., Madrid 1964, p. 448.
[3] Johannes Quasten, Patrología II. La edad de oro de la literatura patrística griega, B.A.C., Madrid 1962, p. 234.
[4] Ibid., 236.
[5] Bernardino Llorca, Historia de la Iglesia Católica I. Edad Antigua. La Iglesia en el mundo grecorromano, B.A.C., Madrid 1964, p. 369.
[6] Prov 8, 22.
[7] Col 1, 30.
[8] Fil 2, 8-11.
[9] Mt, 28, 18.
[10] En el Edicto de Milán del año 313, El emperador Constantino declara el principio de libertad de religión en el Imperio Romano.
[11] Alejandría y Antioquía fueron los dos grandes centros teológicos cristianos de la época.
[12] Flavio Claudio Juliano (331-363), Emperador romano conocido como “Juliano el Apóstata”. Restableció como religión oficial el paganismo clásico. No persiguió a los cristianos, pero para acabar con su influencia, les prohibió ocupar cargos públicos y dedicarse a la enseñanza.
[13] J. R. Palanque, Historia de la Iglesia. La Iglesia del Imperio, Ediciones Edicep, Valencia 1977, p.276-277.


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